jueves, 30 de diciembre de 2010

El final de una década

No he caido hasta hace unos días que este año finaliza la década. Los medios de comunicación apenas lo han recordado. Todo lo contrario que en 1999 (cuando en realidad no terminaba la década) cuando constantemente nos recordaban que llegabamos al final de la década, del siglo y del milenio.
Hace diez años tenía veintidós años. Estudiaba en la Universidad, no trabajaba, no tenía dinero, vivía con mis padres y tenía mucho futuro, proyectos e ilusiones.
Ahora tengo treintaidos años. Trabajo, no tengo mucho dinero (pero obviamente más que hace diez años), tengo un piso con el banco, vivo con mi madre, he perdido a mi padre y tengo algo menos de futuro, menos proyectos y menos ilusiones que hace diez años. Supongo que entre otras cosas, la pérdida de ciertas esperanzas por mi parte se debe a que en estos diez años he aprendido que la vida es más dura de lo que parece y que no es tan fácil lograr los objetivos marcados (o puede que directamente no me haya esforzado en lograr ciertas metas que tampoco me he marcado de modo concreto).
Teniendo estos en cuenta estas realidades, aunque yo me quejo de que no evoluciono, si puedo decir que en estos diez años algo he madurado, algo he evolucionado y algo he cambiado, aunque mi esencia permanece. Y puedo afirmar, que en mi caso, la introducción en el mundo laboral ha supuesto para mi un máster en maduración personal, junto con otras experiencias que ahora mismo no me voy a poner relatar (la pérdida del ser querido, el amor y el desamor, el conocimiento de personas muy distintas a mi, el renunciar a la profesión querida, los bajos salarios, los viajes...).
Y es que como escuché el otro día: "la fruta nace verde, poco a poco madura" y diez años dan para que se pudran muchas frutas.

martes, 30 de noviembre de 2010

La pereza, ese pecado capital

No me considero en líneas generales una persona perezosa. Curiosamente de niña si que lo era, pues me daba pereza andar, hacer deporte y otras muchas cosas. Era capaz de tirarme varias horas delante de la televisión sin hacer nada. Pero con los años eso se me paso y recorrí el camino hacia el sentido opuesto. Ahora soy la reina de la actividad y me cuesta estar parada sin hacer cosas. Estoy viendo la tele e intento hacer alguna tarea que tenga pendiente: planchar, hacer cuentas... lo que sea.
Pero llevo una temporada en el que la pereza empieza a ganarme la partida en algunos terrenos. No es que me haya entregado a la vagancia de forma descarada, no es eso. Pero tareas que tengo pendientes por hacer, y que tengo que hacer, no las hago. No es que se trate de cosas que no puedan esperar, pero digamos que son cosas que tarde o temprano tengo que hacer, y me da una pereza espantosa.
Ahora mismo estoy de vacaciones y la lista de tareas pendientes es larga. Pero entre mis planes no está hacerlas. Debería hacerlas pues ahora dispongo de tiempo pero no me apetece nada. No sé si es pereza, apatía, desmotivación u holgazanería. Pero francamente, no tengo ningún interés en gastar tiempo y dinero en mis deberes pendientes, como raspar y pintar el techo de mi comedor, comprarme un armario para guardar cosas en el tendedero, adelantar las compras navideñas, limpiar el coche por dentro, escribir alguna cosilla, poner al día las cuentas en mi pluriempleo...
Supongo que entre otras cosas no me apetece hacerlas porque no encuentro mucha utilidad en el fin último de estas cosas. ¿Para qué recomponer la casa si no voy a vivir en ella? ¿Para que limpiar el coche con lo que se ensucia en invierno? ¿para que ir a comprar los Reyes si no tengo ni idea de lo que voy a comprar y cuando todavía queda un mes para el seis de enero? ¿Para que ponerme al día en el pluriempleo si en tres tardes me pongo a tiempo completo a meter facturas en el programa y las dejo niqueladas? ¿para qué escribir alguna cosilla si no tengo mucha imaginación en estos momentos ni ninguna apetencia por ello?
No sé si será la edad la que justique, entre otras razones, este estado. Tampoco está mal descansar y entregarse a la holgazanería en alguna ocasión. No me preocupa mucho estar en este estado (tengo pereza hasta para pensar en ello). Pero en fin, me sumo a la normalidad del español medio: la pereza, ese pecado capital que tanto gusta a los habitantes de la piel de toro (así nos va)

martes, 26 de octubre de 2010

Porque no me gusta Letizia

Lo siento. No me gusta la Princesa de Asturias. No, no es envidia (siempre que se critica a alguien en España se califíca al crítico de envidioso, cosa que yo creo que no es cierta). Es más, soy pro-Peñafiel porque creo que es el único que ha dicho abiertamente que durante treinta años le han vendido una moto que al final no ha sido tal.

Desde el primer día en que la ví como prometida del Príncipe, la encontré pretenciosa y con afán de protagonismo. Segura de si misma, si, pero demasiado echada para delante en un institución en la que guardar las formas es esencial. Con el tiempo, creo que esos rasgos, en vez ser pulidos, se han acrecentado. Siempre tiene que decir una palabra cuando a ella no le toca hablar, poner la puntilla. Y dar empujoncitos a la Reina para que hable como la he visto en alguna ocasión hacer... ufff... me parece demasiado. Recuerdo en los Juegos Olímpicos de Pekín, cuando el dueto Gomaespuma hizo una entrevista al Príncipe de Asturias en su estilo humorístico y desenfadado allí se acercó ella, con la intención de hacerse la graciosa, de vacilar a los propios Gomaespuma, reyes ellos del arte del vacile.

La encuentro demasiado artificial, demasiado obsesionada por ser perfecta. Fruto de ello son las ciruguas estéticas a las que se ha sometido. No porque no se encontrara guapa (creo yo que antes lo era más, con su nariz aguileña y su mentón saliente) sino por el afán de pulirse, de ser irreprochable. Cada vez más rubia, menos arrugada, con los dientes más blancos... Y esa obsesión por acortar su distancia en altura con el Príncipe, con unos zapatos que a veces rayan en lo rídiculo.

Cuando salió la noticia del compromiso, recuerdo que leí un artículo en un periódico donde no la ponían precisamente bien. Sus propios compañeros de trabajo la llamaban La ficticia Letizia y recuerdo perfectamente una frase en la que definían su modo de comportarse: "parecía que andaba siempre unos centímetros por encima del suelo", de lo que se denota una enorme altivez.

Tampoco entendí en su día que muchos periodistas, que se habían hinchado a criticar a Eva Sannum, riéndose de sus padres divorciados, y afirmando que una chica que había posado en bragas nunca podría ser reina de España, que luego se tragaran sin rechistar el hecho de que la futura reina de España fuese una mujer divorciada, con padres divorciados. No se si fue por lo del corporativismo, pues Letizia era periodista. Pero creo yo que pagarse la carrera de publicidad con trabajos de moda, tal y como hacía Eva Sannum, no era ni mucho menos indigno. Se le atacó por ser modelo, simple y llanamente.

Y luego ya, en mi valoración más personal, pues de esto nadie tiene pruebas, yo creo que Letizia Ortiz en su día se casó con Felipe de Borbón porque le amaba y porque ella tiene una enorme ambición, por su afición por figurar, por ser el centro de atención. Y que mejor pasarela para lograr ese objetivo que ser Príncesa de Asturias y futura Reina de España.

Dentro de estas valoraciones, pienso que quizás al Príncipe le pone Letizia porque al contrario de la humanidad que le rodea, ella le replica, le contesta y se pone por encima de él (tal y como se vió en la pedida de mano). Imagino que toda su vida ha estado rodeado de pelotas y gente que ha alabado todas sus acciones, ya fueran buenas o malas. Y encontrar una persona que sea justo lo contrario pues debe ser emocionante.

En fin, que a mi me gustaba Eva Sannum, no lo voy a negar y creo que se cometió una gran injusticia con ella. Y sinceramente, si no se corrige (y mucho), creo que el comportamiento de Letizia, será, entre otras muchas causas, un factor que desencadenará la futura e inevitable III República en España.

jueves, 30 de septiembre de 2010

La gran derrota

El 29 de septiembre hubo huelga general. Si no me equivoco, la séptima desde que se inició la democracia en España. Las cifras, como siempre, dispares. Según los sindicatos, la huelga fue seguida por un 70% de los trabajadores. El Gobierno dice que sólo un 5% paró en su actividad. El consumo de energía con respecto a un día habitual descendió en torno a un 17%. Yo creo que este porcentaje es el más fiable, o por lo menos, más aproximado. Si extrapolo los resultados de mi centro de trabajo a la globalidad, sólo un 2% habrìa hecho huelga, pero hacer este razonamiento es una tonteria.

Hoy la prensa analiza el paro. Unos dicen que ha sido un gran fracaso de los sindicatos. Otros hablan de un fracaso de las políticas del gobierno que lleva a una huelga general. Yo creo que los grandes perdedores son los trabajadores en particular, y toda una generación de obreros en general.

Y digo esto porque es muy triste que los trabajadores no vayamos a la huelga (yo la primera) por razones como...

a)No hacer el caldo gordo a los sindicatos. Este motivo se lo he oído a un montón de gente y me entristece mogollón. Que los obreros vean a los sindicatos no como defensores de los trabajadores sino como funcionarios del estado y chupocteros es muy triste. Evidentemente los sindicatos tienen mucha responsabilidad en esta mala imagen, pero la gente les aplica la ley del embudo y eso tampoco está bien. Porque cuando uno tiene un conflicto laboral bien que acude al sindicato corriendo para que le defienda o asesore.
b)Lo importante es trabajar en esta época de crisis, asi que, ¿por qué hacer la huelga?. Este razonamiento es peligroso porque radicalizandolo lo llevo al regimen de esclavitud. "Mi jefe me hace la vida imposible, tengo unos horarios horrorosos, gano ochocientos euros, pero oye, tengo trabajo que es lo que importa".
c)Gano poco dinero y no me puedo permitir perder cien o doscientos euros en un mes porque no llego a fin de mes. Es triste también, porque se parece al argumento anterior. Y porque además lo cortés no quita lo valiente. Porque es tan importante ganar un sueldo como que cuando te despidan te paguen lo que te corresponde.
d)Es que yo soy de izquierdas y no voy a hacer la huelga contra un gobierno de izquierdas. Otra idiotez que denota fanatismo. Cuando una política laboral es mala, es mala, independientemente de que las decidan gobiernos de izquierdas o de derechas y no hacer una huelga a los de mi bando, porque son mi ideología, aunque me estén fastidiando de por vida, me parece un razonamiento pésimo.

En suma, me parece muy, muy triste que los trabajadores de hoy en día no queramos o no sepamos movilizarnos por nuestros derechos. Por los motivos que sean, pero resulta penoso el hecho de estar tan engullido dentro del sistema, tan resignado a "esto es lo que hay" que no nos arriesguemos, ya no por cambiar el mundo, sino por luchar porque no nos quiten aquello que ha costado tanto conseguir. Quizás los de mi generación, como hemos vivido en un regimen de libertades y derechos donde todo nos ha sido dado, no lo valoramos, como si hubieran sido derechos innatos, en vez de adquiridos. Y por eso yo creo que la escasa movilización en esta huelga general es la gran derrota de los obreros, de los trabajadores, grandes o pequeños, con mayor o con menor sueldo, con mejor o peor categoria. La gran derrota de todos nosotros, que nos meten en una balsa con agua ardiendo, nos condenan a la silla eléctrica por un crimen que no hemos cometido, y no somos capaces, ni siquiera, de protestar.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Biografías

Los actores suelen decir que su profesión les permite vivir varias vidas en una sola, pues encarnan a través de sus personajes, distintas actitudes, distintas vivencias, distintas personalidades.
En mi caso, que no soy actriz, si soy una gran amante de las biografías, que me gusta leer o incluso ver en recreaciones para la televisión o el cine. Evidentemente no es lo mismo, pero supongo que leer las vidas de otras personas, tiene algo de vouayerismo, de curiosidad, de cotilleo, o simplemente, una manera de descubrir, a través de los ojos de otros, otras vivencias, otras experiencias, otros modos de afrontar la vida.
Es cierto que las autobiografías tienen algo de engañoso, pues uno nunca habla de aquello que hizo mal o de lo que se avergüence hasta el infinito. Las visiones realizafas por otros también están mediatizadas, según se tenga un buen o un mal concepto de la persona y/o personaje.
El caso es que ahora me estoy leyendo una biografía de Vicente Ferrer, el exjesuita afincado en la India, con el objetivo, supongo, de ver como alguien aparentemente normal puede convertirse en una especie de santo en vida. De otras biografías, como la de Chaplin, Juana la Loca, Kennedy y otros me han aportado conocimientos varios y ciertos conocimientos solo útiles para el Trivial. Veremos que saco en claro de la del valenciano

martes, 27 de julio de 2010

Ni en mis mejores sueños lo pensé... ¡España campeona del mundo de fútbol!

Según los sociólogos y los expertos en demografía, las generaciones comprenden unos veitincinco años de duración. Yo tengo treintaidos años, no soy vieja, tampoco joven, y desde el punto de vista generacional podría incluirme en los que tienen ahora cincuentaisiete años (veinticinco más que yo) o los que tienen siete (veinticinco años menos).
En cualquier caso yo me considero de una generación intermedia. Una generación que ha vivido algunas cosas de sus padres (sin llegar a sus extremos), que ha vivido ya con tecnología pero no con tanto apabullamiento tecnológico, como han vivido los que hayan nacido hace diez años, en cuyas vidas siempre han existido los teléfonos móviles e internet.
Y en el deporte tres cuartas partes de lo mismo. Cuando yo era niña, los únicos deportistas que habían obtenido éxito internacional eran Severiano Ballesteros y ... Severiano Ballesteros, básicamente. Que España obtuviera tres medallas en las Olimpiadas de Los Angeles 1984 o Seúl 1988 eran logros. El Real Madrid había ganado sus copas en blanco y negro al igual que Manolo Santana, que había alcanzado sus triunfos en tenis en la década de los sesenta.
Todo cambio con Barcelona 92, las becas ADO y el cambio de mentalidad de los españoles, así como nuestro propio desarrollo. Antes apenas había instalaciones deportivas públicas, y el deporte era cosa de ricos que iban a sus clubs privados, porque los pobres, trabajando doce horas al día, aunque fuesen muy conscientes de los beneficios de la actividad física, no podian practicar deporte alguno.
¿Por qué escribo todo esto? Porque precisamente, por haber vivido esa realidad de niña (la infancia marca para el resto de la vida) todavia, a veces, me sorprende ver a los españoles en lo más alto del podium. Nunca pensé que vería un campeón español de Gram Slam de la categoria de Rafa Nadal, que escribirá una página muy destacada en el tenis mundial. Y que después de Induráin (un prodigio de la naturaleza, un depotista excepcional) ningún español alcanzaría un éxito siquiera parecido, como lo está consiguiendo Alberto Contador con tres Tours de Francia a sus espaldas. Y nunca pensé que una española pudiera ganar una medalla de oro en atletismo en unos mundiales, como Marta Domínguez. Y ni en mis mejores sueños pensé que la selección española de baloncesto, y sobre todo, la de fútbol, ganaría el Mundial, como lo han hecho estos últimos en el 2010.
En suma, ya no debería sorprenderme tanto ver a los españoles siendo los mejores del mundo y debería ser menos escéptica cuando les veo en competiciones internacionales. debería apelar el orgullo patrio, la formación de nuestros deportistas de élite, cuyos triunfos, son quizás más trabajados y valiosos que los de alemanes o norteamericanos, pues con todo el progreso obtenido, ni mucho menos se ha llegado al nivel de otras potencias en los que a medios de preparación para profesionales del deporte se refiere.
Supongo que tras Barcelona 92, en España los gobiernos son conscientes de la gran capacidad propagandística de los éxitos deportivos a nivel internacional y nacional. Quizás por eso, se alienta y se apoya más al profesional... una lástima que la base de los actuales éxitos deportivos sea esa, la propaganda, aunque para muchos de los espectadores, la mayoría, lo que cuenta es el éxito finaldel deportista, no como ha venido.
Tan sólo añadir que soy consciente de haber vivido dos acontecimientos deportivos excepcionales en España, de calado histórico: ¡España campeona de Europa y del Mundo en fútbol! ¡Increible pero cierto!

jueves, 8 de julio de 2010

Simbolos

En segundo de carrera tuve como profesor al antropólogo y sociólogo José Antonio Jáuregui, el mejor profesor que he tuve en mi larga vida académica y que falleció hace unos cinco años. En sus clases, entre otras cosas, explicaba la importancia de los símbolos. Los símbolos, en si mismos, no eran nada: un trozo de papel, una señal de tráfico, un triste trapo en forma de bandera... Sin embargo, su importancia radicaba en toda la carga connotativa que llevaban dentro y que eran capaces de aglutinar a todo un pueblo, de unirlo.

Cuento esto por motivo del Mundial de Fútbol, que tras unos Juegos Olímpicos, es el evento deportivo con mayor seguimiento mundial. Hace ya dos años, con motivo del buen papel de la selección española en la Eurocopa, mucha gente se compró una bandera española y la colgó en su balcón. Y en el Mundial, con la llegada del equipo a la final, ha ocurrido lo mismo. En otro contexto, a todos los que han colgado una bandera se les hubiera calificado de "facha", pero claro, como hacía referencia a la selección de fútbol... pues no es lo mismo.

Pero para mi esto no deja de tener un cierto trasfondo triste. Me alegra ver que la gente se quita ciertos complejos heredados del franquismo y se reconoce en sus simbolos tradicionales: banderas, himnos, escudos... Pero también me parece un poco triste que sea el fútbol, y sólo el fútbol, el que nos haga recuperar esto y sentirnos orgullosos de nuestra nación y cantar eso del "Yo soy español, español, español...". ¿Por qué no aglutinarnos en torno a la bandera, o sentirnos orgullosos de ella y de lo español, cuando a un científico español se le reconoce fuera? ¿O a un artista? ¿o cuando se exporta a otros países sanas costumbres españolas? Y no hablo del chovinismo o de la frase, tan española, de "es que España es lo mejor" que se utiliza como muletilla. Me refiero a que es un poco triste, aunque no deja de ser emocionante, que sea algo banal como el deporte lo que nos une, y que sin embargo, lo esencial, lo básico, sea lo que nos divide. Y que no seamos capaces de movilizarnos tanto por los cuatro millones de parados, o la subida del IVA, o de la edad de jubilación, etc...

En fin. Concluyo con una frase que una vez escuché y que me parece la mejor manera de resumir lo que es la piel de toro:

España es un gran país a pesar de los españoles

jueves, 13 de mayo de 2010

Y por esto soy del Atleti

Tenía cinco años y era invierno. Lo sé porque fue antes de ir a parvulos (en septiembre del 84) y llevaba mi vestido azul de manga larga, que tanto me gustaba y que mi madre me ponía solo los días que hacía mucho frío. Era sobre mediodía y estaba curioseando en una pipa de bronce que nos regaló tío Ismael (q.e.p.d). Entonces lo ví: era un broche, pequeñito, con franjas rojas y blancas y osito pequeño. No sabía que era eso, de donde venía, pero me gustó. Tanto, que me lo prendí en el vestido.

Cuando mi madre echó el vestido a lavar le quitó la insignia y la devolvió a la pipa. Pasados unos días, puede que semanas, volví a curiosear en la pipa. Y de nuevo vi el broche. Mi hermano José Andrés estaba conmigo.

- ¿Y esto qué es? - le pregunté
- Es el escudo del Atlético de Madrid, mi equipo de fútbol.

Entonces, mentalmente yo me dije: "pues yo también me voy a hacer del Atleti" y desde entonces, ese es mi club. En mi casa mi padre (q.e.p.d) odiaba el deporte en general y el fútbol en particular. Y a los del Atleti les llamaba los rabiosos. Mi madre siempre ha tenido tendencis madridistas aunque no es entusiasta, ni mucho menos. Mis hermanos le deben su afición al equipo colchonero al tío de unos vecinos, que adiestró a varios vecinos en el gusto por el estadio del Manzanares a finales de los setenta.

Desde que voluntariamente me hice del Atleti he sufrido y disfrutado con el equipo. Tengo muchos recuerdos deportivos vinculados a mi equipo. Como aquella liga en la qu quedamos segundos tras el Barcelona siendo Clemente el entrenador. O la muerte de Vicente Calderón y el ascenso de Jesús Gil con el fichaje estrella de Futre. Y la victoria en el Bernabeu, cero-cuatro, con goles de Futre que vimos en casa mi hermano y yo con gran entusiasmo. Alemao, Baltazar, el record de imbatibilidad de Abel, Manolo, Quique Setién, Julio Salinas, Tomás Reñones, Alfredo Santaelena, Juanito, Caminero, Fernando Torres, el mono Burgos, Forlán...
El cuatro-tres al Barcelona en el último minuto. Los seis goles que nos metió el Barcelona. El año del doblete. Las dos copas del Rey consecutivas. Los dos años en el infierno. La derrota en el partido del Centenario. La UEFA de los ochenta, cuando nos eliminaban equipos de Hungria.

Muchas veces me han preguntado porque soy del Atleti. Objetivamente he de decir que soy del Atleti porque lo eran mis hermanos. Pero con los años yo he ido alimentando el sentimiento atlético. Y mi explicación es esta: lo fácil es subirse al carro del vencedor, apuntarte el tanto. Lo fácil es apuntarse al Madrid, al Barcelona, que son equipos con frecuentes victorias. Lo difícil es escoger el sufrimiento del Atleti, la inestabilidad de sus resultados, el ganar al vencedor de la liga y perder frente al colista. Lo difícil es seguir al que hace lo imposible y falla en lo fácil. Lo difícil es sacar pecho diciendo que soy del Atleti cuando el domingo te han humillado en la liga o te han mandado a segunda división. Y como por alguna extraña razón, tiendo a escoger en muchos aspectos de mi vida el camino más tortuoso y el de la autoflagelación, por ese motivo soy del Atleti. Porque va conmigo, con mi carácter, con mi idiosincrasia, con la vida misma. Porque así se disfruta más de la victoria y no se sufre tanto con la derrota.

Porque el Atleti es una metáfora de la vida.

martes, 27 de abril de 2010

Vida de mañana / Vida de tarde

En las pelis americanas, cuando tienen que tomar una decisión, los personajes suelen hacer una lista de pros y contras. En la vida real yo alguna vez la he hecho, pero a mi no me funciona debido a mi impulsividad final (reforzando la teoría de Punset). Después de seis años trabajando de tarde, me voy a pasar durante unos meses a la mañana (el famoso e idolatrado por todos turno de 7 a 15). Voy a hacer aqui una lista de pros y contras (yo llegaré a ninguna conclusión, es por escribir algo, que tengo abandonadito al blog).

Turno de Mañana
-Tengo casi toda la tarde libre (teniendo en cuenta que como a las 15:30 y es obligatoria la siesta hasta las 17.15 horas, aproximadamente). Ahora que los días son más largos parece que me cunde más. Además no hago tareas domésticas pues se encarga mi madre (mala que soy)
-Voy un poco como todo el mundo (calculo que el 80% de la gente trabaja de mañana) lo cual es una ventaja a la hora de tener vida social entre semana o por si me quiero apuntar a algún curso (hay más oferta por la tarde, pues hay más demanda)
-Por contra madrugo bastante para mi gusto. Levantarse a las seis creo que no es bueno para los bioritmos corporales. Comer tan tarde (y sola) tampoco me gusta, aunque sea en casa.
-En el trabajo, aunque se me pasa más rápido tengo más estrés: hay más gente, suena más el teléfono. Eso no es bueno para mi salud (ni mi cutis, of course).
-Gano menos dinero, pues me quitan la nocturnidad (¡horror para mi maltrecha economia!)
-Aunque no cojo atasco, hay más tráfico, lo cual estresa más a la hora de conducir (hay que ir más atenta al volante)

Turno de tarde

-Todo es más traquilo. Se me pasan las horas más lentas, si, pero suena menos el teléfono y puedo charlar con mis compañeros más tranquilamente sin tener que preocuparme de los jefes. Además puedo llamar por teléfono cuanto quiera.
-Me levanto a horas más normales y el despertador no es tanta tortura pues a las 8.30 mi cuerpo se despierta solo, sin necesidad de esa maquina inmunda destructora del descanso
-Gano más gracias a mi nocturnidad y no diré que curro menos, pero si más pausada.
-La vida social entre semana desaparece practicamente. Como contrapartida, pues no gasto cuartos.
-Para apuntarse a cursos o lo que sea es más puñetero este turno. En cambio para ir de compras es ideal. ¡No hay nadie en las tiendas, sin agobios!
-Ceno tarde. Preferiría cenar más pronto, aunque como ventaja como pronto (entre las 13.30 y las dos y con mi familia)
-Como tengo más energía por la mañana, la dedico mis cosas. Por la tarde, que es cuando menos energía tengo, la dedico al trabajo (jurjurjur)

Y en fin, esto es un resumen rápido. Y ahora cada cual elija lo que prefiera

martes, 2 de marzo de 2010

Sin profundizar: lo que pienso de la crisis

Hoy han salidos las estadísticas del desempleo: 82.000 parados más en febrero de 2010. Más de cuatro millones de personas sin trabajo. Acercandonos peligrosamente el 20% de desmpleados entre la población activa.
Hoy Leire Pajín se felicitaba porque si comparaba los datos con los de febrero de 2009 ls cifras eran muy inferiores. "Estamos evitando que se destruya empleo de manera masiva, tal y como ocurría el año pasado" venía a decir. Leire, guapa, no se destruye más empleo porque ya no hay tanto empleo que destruir. Si trabaja menos gente, menos gente se puede quedar en paro. Es de puro sentido común.

Pero no la tomaré con la señorita Pajín. Ni con Zapatero. Ni con Aznar. Ni con la mierda de sistema capitalista cada vez más competitivo. No, la tomaré directamente con la gestión del gobierno de España a lo largo de los últimos diez-quince años. Porque de aquellos polvos vinieron estos lodos.

No soy una experta economista, ni mucho menos. No es la primera crisis económica de la que tengo conocimiento. En el 1993 la situación fue bastante desagradable también. Pero el problema ahora es diferente. Se destruye empleo y además no hay estructuras donde se pueda generar trabajo. Y ese es el drama.

En primer lugar, la pequeña industria manofacturera, que en España ha empleado mucha gente, directamente ha desaparecido. Zapatos, textiles, juguetes... vienen todos de China, mucho más baratos. España no puede competir, es cierto, con los precios de bajo coste asiáticos que tienen a sus empleados en regimen de semiesclavitud. Pero tampoco se ha especializado en productos de mayor calidad que puedan encontrar otro mercado. Así que ni barato ni caro. Directamente esta industria ha desaparecido.

En segundo lugar, el turismo, la joya de la corona. Cada vez somos menos competitivos, evidentemente. Precios muy elevados y una calidad buena, no diré que no, pero que no se corresponde, en muchos casos, con el precio que se exige. Los alemanes prefieren ahora Croacia, que ofrece lo mismo algo más barato. También la gente hace un turismo distinto al de hace unos años. Se viaja más pero se gasta menos. Otro punto en contra nuestra.

Y la construcción. Nuestro modelo de crecimiento basado en la desmesura del ladrillo estaba condenado al fracaso. Lo de los cinco últimos años estaba sobredimensionado (las ventas, los precios). Los albañiles pasaron de ganar 150.000 pesetas a 500.000 de la noche a la mañana y ahora, como el mercado se reajusta y ganan de nuevo 150.000 pesetas pues están en crisis porque se han acostumbrado a un nivel de vida que antes no tenían y porque evidentemente, las 150.000 pesetas en 2010 no son las 150.000 pesetas del año 2000.

Antes habia trabajo. Mierdero. Mal pagado. Pero habia. Ahora ni eso. Ni bueno, ni malo. Somos unos pocos los privilegiados que trabajamos y damos gracias aunque ganemos poco. La dignidad ha caido por los suelos: me conformo con trabajar, aunque sea por una miseria.

Y encima ahora en la radio insertan unas cuñas de "esto lo arreglamos entre todos" ¿Entre todos ¿Cómo arregla un parado la situación si no tiene empleo? ¿Lo arregla el trabajador trabajando hasta los 67 años y pagando más IVA e IRPF? ¿O lo arreglan los políticos con su despilfarro habitual en informes fantasmas, regalos navideños y coches oficiales? Y lo peor, es que, aunque muchos no quieran verlo, es que esta situación va para largo y no se va a solucionar en tres días.

jueves, 18 de febrero de 2010

Deporte, tele y recuerdos

Han empezado los Juegos Olímpicos de invierno. Este año en Vancouver, costa oeste de Canadá, por lo que la diferencia horaria me impide ver el patinaje artístico en directo (aunque menos mal que existe Teledeporte). Las Olimpiadas de invierno no son tan publicitadas como las de de verano, quizás porque España no es un país de nieve. Pero yo guardo un recuerdo especial de los Juegos de Calgary en 1988 (hice un trabajo y todo en la facultad: "Seguimiento de los Juegos Olímpicos en medios de comunicación a raíz de la designación de Barcelona como sede olímpica"). Esa caida en la segunda manga de Blanca Fernández Ochoa cuando iba la primera y que yo vi en directo... ufff, es uno de esos recuerdos deportivos frustrantes de mi vida.

Con respecto al patinaje artístico, cuando yo era pequeña lo echaban con cierta frecuencia por la tele. A mis padres, nada amantes del deporte, les gustaba incluso verlo por su bonita estética. Después esta disciplina fue condenada al ostracismo televisivo y hace unos ocho-diez años TVE lo volvió a recuperar y a darle incluso cierta importancia en su programación, pues descubrió sus indices de audiencia eran sensiblemente superiores a la media (por su puesto en La Dos, la cadena por la que emiten estos eventos deportivos).

Hoy me da por este tema un poco por hacer hincapié en la importancia en el imaginario colectivo de los acontecimientos emitidos por televisión, y especialmente en aquellos que son deportivos, quizás porque suelen ser los más alegres o cuando menos, los más emocionantes. Esto daría para una tesis, sin duda. El primer recuerdo de evento deportivo que yo tengo guardado en mi disco duro es el mundial de fútbol celebrado en España en 1982. No recuerdo ningún partido en concreto, pero si los dibujos de Naranjito que echaban los sábados por la tele, mi album de cromos de las selecciones (y el cromo de Arconada, el primero del album), las monedas conmemorativas que te daban con los yogures Danone y un pañuelo que yo tenía con Sport Billy. También recuerdo algo del partido España-Malta de fútbol en 1983. Concretamente el último gol y el revuelo que se armó en los siguientes días.

Tras esto, vinieron mucha vivencias deportivas a través de la tele y sentada en el sofá: El Eurobasket de España en 1986, varias finales del Roland Garros, el Wimbledon que ganó Conchita Martinez, los tour de Francia con Pedro Delgado e Indurain, la vuelta ciclista que ganó Lucho Herrera y cuya última etapa pasó por delante de mi cole, el Mundial de Natación en Madrid, el de Perth (con Alexander Popov), la Final Four que perdió el Juventut, los mundiales de fútbol de México, Estados Unidos, Italia y Corea, la Eurocopa ganada por España de fútbol (¡un hito!) y la más reciente de baloncesto, diversos mundiales de Gimnasia deportiva, el mundial de motos que que ganó Crivillé en 250cc, la muerte de Ayrton Senna que yo vi en directo como el chocazo que Gerard Berger se pegó contra un muro en Formula I...

Y mención especial para los Juegos Olímpicos (especialmente los de Barcelona) desde el de Los Angeles (del que recuerdo sólo que hacia mucho calor cuando salian las noticias en la tele) hasta los de Vancouver que tienen lugar estos días.

Ufff... después de escribir esto... creo que he visto mucha tele en mi vida.

martes, 19 de enero de 2010

Sobre la ilógica de la lógica de las bodas

Creo, creo, Dios no lo quiera, que este año es muy posible que me inviten a dos bodas. Espero equivocarme, pero todo apunta a que sí. Una vecina mia se casa, y como me llamaron para organizar la despedida de soltera pues sospecho (la policia no es tonta) que me van a invitar. Y por otro lado, he recibido la noticia de que una antigua compañera de la facultad se casa tras ocho años de convivencia con su novio. Confio en que sean coherentes y no organicen una boda multitudinaria en la que yo podría ser una futurible invitada.

No es que no me gusten las bodas, todo lo contrario. Soy de las pocas fans de los bodorrios. Lo que me molesta terriblemente es que la gente no tenga mesura ni criterio para seleccionar a sus invitados. Lo suyo es elegir a gente a la que sabes que no vas a poner en ningún compromiso, porque se trata de personas a las que conoces lo suficiente, y tienes el trato suficiente, como para saber que van a estar encantadas de ir a tu enlace y por supuesto tu deseas que te acompañen en ese día tan importante (que en un gran número de casos acaba en divorcio unos años después).

Pero no. Como el sentido común es el menos común de los sentidos, conozco casos en los que se ponen a invitar a diestro y siniestro. Que si compañeros de trabajo con los que no tienen un trato tan amistoso como para que estén en tu boda; que si el panadero; que si el vecino del cuarto al que si, dan los buenos días cada mañana pero nada más; que si un antiguo amigo del barrio que fue intimo en la infancia pero con el que apenas se tiene trato en los últimos quince años... Y yo me pregunto, ¿por qué? ¿Interés lucrativo? ¿Deseos de quedar bien con todo cristo? ¿Afán por aparentar? ¿Falta de amistades suficientes para completar el plantel de número de invitados politicamente correcto? ¿Deseo de rellenar todas las mesas del salón, independientemente de quienes sean los ocupantes? Porque puedo entender ciertos compromisos familiares (lo típico: que los padres inviten a todos sus primos a los que los novios apenas conocen, porque no van a invitar a unos primos sí y a otros no) pero lo que no me cabe en la cabeza es invitar a tropecientos compañeros de trabajo (con los que no te llevas tan bien), al banquero (a mi prima Mari Mar le han invitado varios clientes a sus bodas), al vecino de cinco portales más allá con el que te cruzas por la calle diariamente o que los hermanos de los novios inviten a todos sus colegas que tienen una relación distante con los contrayentes. Yo creo que la respuesta es una mezcla de todas estas razones aunque en distintas proporciones (en unos primará más el interés económico, en otros más el deseo de aparentar). En cualquier caso, y como dicen los sociológicos, la boda es el acto social por excelencia en España y por ello supongo que muchos, en su deseo de ser el principe de Asturias o la reina de Inglaterra por un día, se ponen como tontos buscando invitados.

Y aunque la solución a estos dilemas es sencillamente decir "no, no voy a vuestra boda", el simple hecho de que me inviten, sabiendo yo, y sabiendo los contrayentes, que mi presencia en los desposorios es insulsa y completamente prescindible, me molesta terriblemente.

...Y todo ello en una sociedad que cada vez cree menos en el compromiso (que junto con el amor, se supone que es el motivo por el que la gente se casa)...