martes, 26 de octubre de 2010

Porque no me gusta Letizia

Lo siento. No me gusta la Princesa de Asturias. No, no es envidia (siempre que se critica a alguien en España se califíca al crítico de envidioso, cosa que yo creo que no es cierta). Es más, soy pro-Peñafiel porque creo que es el único que ha dicho abiertamente que durante treinta años le han vendido una moto que al final no ha sido tal.

Desde el primer día en que la ví como prometida del Príncipe, la encontré pretenciosa y con afán de protagonismo. Segura de si misma, si, pero demasiado echada para delante en un institución en la que guardar las formas es esencial. Con el tiempo, creo que esos rasgos, en vez ser pulidos, se han acrecentado. Siempre tiene que decir una palabra cuando a ella no le toca hablar, poner la puntilla. Y dar empujoncitos a la Reina para que hable como la he visto en alguna ocasión hacer... ufff... me parece demasiado. Recuerdo en los Juegos Olímpicos de Pekín, cuando el dueto Gomaespuma hizo una entrevista al Príncipe de Asturias en su estilo humorístico y desenfadado allí se acercó ella, con la intención de hacerse la graciosa, de vacilar a los propios Gomaespuma, reyes ellos del arte del vacile.

La encuentro demasiado artificial, demasiado obsesionada por ser perfecta. Fruto de ello son las ciruguas estéticas a las que se ha sometido. No porque no se encontrara guapa (creo yo que antes lo era más, con su nariz aguileña y su mentón saliente) sino por el afán de pulirse, de ser irreprochable. Cada vez más rubia, menos arrugada, con los dientes más blancos... Y esa obsesión por acortar su distancia en altura con el Príncipe, con unos zapatos que a veces rayan en lo rídiculo.

Cuando salió la noticia del compromiso, recuerdo que leí un artículo en un periódico donde no la ponían precisamente bien. Sus propios compañeros de trabajo la llamaban La ficticia Letizia y recuerdo perfectamente una frase en la que definían su modo de comportarse: "parecía que andaba siempre unos centímetros por encima del suelo", de lo que se denota una enorme altivez.

Tampoco entendí en su día que muchos periodistas, que se habían hinchado a criticar a Eva Sannum, riéndose de sus padres divorciados, y afirmando que una chica que había posado en bragas nunca podría ser reina de España, que luego se tragaran sin rechistar el hecho de que la futura reina de España fuese una mujer divorciada, con padres divorciados. No se si fue por lo del corporativismo, pues Letizia era periodista. Pero creo yo que pagarse la carrera de publicidad con trabajos de moda, tal y como hacía Eva Sannum, no era ni mucho menos indigno. Se le atacó por ser modelo, simple y llanamente.

Y luego ya, en mi valoración más personal, pues de esto nadie tiene pruebas, yo creo que Letizia Ortiz en su día se casó con Felipe de Borbón porque le amaba y porque ella tiene una enorme ambición, por su afición por figurar, por ser el centro de atención. Y que mejor pasarela para lograr ese objetivo que ser Príncesa de Asturias y futura Reina de España.

Dentro de estas valoraciones, pienso que quizás al Príncipe le pone Letizia porque al contrario de la humanidad que le rodea, ella le replica, le contesta y se pone por encima de él (tal y como se vió en la pedida de mano). Imagino que toda su vida ha estado rodeado de pelotas y gente que ha alabado todas sus acciones, ya fueran buenas o malas. Y encontrar una persona que sea justo lo contrario pues debe ser emocionante.

En fin, que a mi me gustaba Eva Sannum, no lo voy a negar y creo que se cometió una gran injusticia con ella. Y sinceramente, si no se corrige (y mucho), creo que el comportamiento de Letizia, será, entre otras muchas causas, un factor que desencadenará la futura e inevitable III República en España.

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