Según los sociólogos y los expertos en demografía, las generaciones comprenden unos veitincinco años de duración. Yo tengo treintaidos años, no soy vieja, tampoco joven, y desde el punto de vista generacional podría incluirme en los que tienen ahora cincuentaisiete años (veinticinco más que yo) o los que tienen siete (veinticinco años menos).
En cualquier caso yo me considero de una generación intermedia. Una generación que ha vivido algunas cosas de sus padres (sin llegar a sus extremos), que ha vivido ya con tecnología pero no con tanto apabullamiento tecnológico, como han vivido los que hayan nacido hace diez años, en cuyas vidas siempre han existido los teléfonos móviles e internet.
Y en el deporte tres cuartas partes de lo mismo. Cuando yo era niña, los únicos deportistas que habían obtenido éxito internacional eran Severiano Ballesteros y ... Severiano Ballesteros, básicamente. Que España obtuviera tres medallas en las Olimpiadas de Los Angeles 1984 o Seúl 1988 eran logros. El Real Madrid había ganado sus copas en blanco y negro al igual que Manolo Santana, que había alcanzado sus triunfos en tenis en la década de los sesenta.
Todo cambio con Barcelona 92, las becas ADO y el cambio de mentalidad de los españoles, así como nuestro propio desarrollo. Antes apenas había instalaciones deportivas públicas, y el deporte era cosa de ricos que iban a sus clubs privados, porque los pobres, trabajando doce horas al día, aunque fuesen muy conscientes de los beneficios de la actividad física, no podian practicar deporte alguno.
¿Por qué escribo todo esto? Porque precisamente, por haber vivido esa realidad de niña (la infancia marca para el resto de la vida) todavia, a veces, me sorprende ver a los españoles en lo más alto del podium. Nunca pensé que vería un campeón español de Gram Slam de la categoria de Rafa Nadal, que escribirá una página muy destacada en el tenis mundial. Y que después de Induráin (un prodigio de la naturaleza, un depotista excepcional) ningún español alcanzaría un éxito siquiera parecido, como lo está consiguiendo Alberto Contador con tres Tours de Francia a sus espaldas. Y nunca pensé que una española pudiera ganar una medalla de oro en atletismo en unos mundiales, como Marta Domínguez. Y ni en mis mejores sueños pensé que la selección española de baloncesto, y sobre todo, la de fútbol, ganaría el Mundial, como lo han hecho estos últimos en el 2010.
En suma, ya no debería sorprenderme tanto ver a los españoles siendo los mejores del mundo y debería ser menos escéptica cuando les veo en competiciones internacionales. debería apelar el orgullo patrio, la formación de nuestros deportistas de élite, cuyos triunfos, son quizás más trabajados y valiosos que los de alemanes o norteamericanos, pues con todo el progreso obtenido, ni mucho menos se ha llegado al nivel de otras potencias en los que a medios de preparación para profesionales del deporte se refiere.
Supongo que tras Barcelona 92, en España los gobiernos son conscientes de la gran capacidad propagandística de los éxitos deportivos a nivel internacional y nacional. Quizás por eso, se alienta y se apoya más al profesional... una lástima que la base de los actuales éxitos deportivos sea esa, la propaganda, aunque para muchos de los espectadores, la mayoría, lo que cuenta es el éxito finaldel deportista, no como ha venido.
Tan sólo añadir que soy consciente de haber vivido dos acontecimientos deportivos excepcionales en España, de calado histórico: ¡España campeona de Europa y del Mundo en fútbol! ¡Increible pero cierto!
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