jueves, 30 de diciembre de 2010

El final de una década

No he caido hasta hace unos días que este año finaliza la década. Los medios de comunicación apenas lo han recordado. Todo lo contrario que en 1999 (cuando en realidad no terminaba la década) cuando constantemente nos recordaban que llegabamos al final de la década, del siglo y del milenio.
Hace diez años tenía veintidós años. Estudiaba en la Universidad, no trabajaba, no tenía dinero, vivía con mis padres y tenía mucho futuro, proyectos e ilusiones.
Ahora tengo treintaidos años. Trabajo, no tengo mucho dinero (pero obviamente más que hace diez años), tengo un piso con el banco, vivo con mi madre, he perdido a mi padre y tengo algo menos de futuro, menos proyectos y menos ilusiones que hace diez años. Supongo que entre otras cosas, la pérdida de ciertas esperanzas por mi parte se debe a que en estos diez años he aprendido que la vida es más dura de lo que parece y que no es tan fácil lograr los objetivos marcados (o puede que directamente no me haya esforzado en lograr ciertas metas que tampoco me he marcado de modo concreto).
Teniendo estos en cuenta estas realidades, aunque yo me quejo de que no evoluciono, si puedo decir que en estos diez años algo he madurado, algo he evolucionado y algo he cambiado, aunque mi esencia permanece. Y puedo afirmar, que en mi caso, la introducción en el mundo laboral ha supuesto para mi un máster en maduración personal, junto con otras experiencias que ahora mismo no me voy a poner relatar (la pérdida del ser querido, el amor y el desamor, el conocimiento de personas muy distintas a mi, el renunciar a la profesión querida, los bajos salarios, los viajes...).
Y es que como escuché el otro día: "la fruta nace verde, poco a poco madura" y diez años dan para que se pudran muchas frutas.

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