martes, 30 de noviembre de 2010

La pereza, ese pecado capital

No me considero en líneas generales una persona perezosa. Curiosamente de niña si que lo era, pues me daba pereza andar, hacer deporte y otras muchas cosas. Era capaz de tirarme varias horas delante de la televisión sin hacer nada. Pero con los años eso se me paso y recorrí el camino hacia el sentido opuesto. Ahora soy la reina de la actividad y me cuesta estar parada sin hacer cosas. Estoy viendo la tele e intento hacer alguna tarea que tenga pendiente: planchar, hacer cuentas... lo que sea.
Pero llevo una temporada en el que la pereza empieza a ganarme la partida en algunos terrenos. No es que me haya entregado a la vagancia de forma descarada, no es eso. Pero tareas que tengo pendientes por hacer, y que tengo que hacer, no las hago. No es que se trate de cosas que no puedan esperar, pero digamos que son cosas que tarde o temprano tengo que hacer, y me da una pereza espantosa.
Ahora mismo estoy de vacaciones y la lista de tareas pendientes es larga. Pero entre mis planes no está hacerlas. Debería hacerlas pues ahora dispongo de tiempo pero no me apetece nada. No sé si es pereza, apatía, desmotivación u holgazanería. Pero francamente, no tengo ningún interés en gastar tiempo y dinero en mis deberes pendientes, como raspar y pintar el techo de mi comedor, comprarme un armario para guardar cosas en el tendedero, adelantar las compras navideñas, limpiar el coche por dentro, escribir alguna cosilla, poner al día las cuentas en mi pluriempleo...
Supongo que entre otras cosas no me apetece hacerlas porque no encuentro mucha utilidad en el fin último de estas cosas. ¿Para qué recomponer la casa si no voy a vivir en ella? ¿Para que limpiar el coche con lo que se ensucia en invierno? ¿para que ir a comprar los Reyes si no tengo ni idea de lo que voy a comprar y cuando todavía queda un mes para el seis de enero? ¿Para que ponerme al día en el pluriempleo si en tres tardes me pongo a tiempo completo a meter facturas en el programa y las dejo niqueladas? ¿para qué escribir alguna cosilla si no tengo mucha imaginación en estos momentos ni ninguna apetencia por ello?
No sé si será la edad la que justique, entre otras razones, este estado. Tampoco está mal descansar y entregarse a la holgazanería en alguna ocasión. No me preocupa mucho estar en este estado (tengo pereza hasta para pensar en ello). Pero en fin, me sumo a la normalidad del español medio: la pereza, ese pecado capital que tanto gusta a los habitantes de la piel de toro (así nos va)

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