martes, 4 de noviembre de 2008

Los noventa años de Mary Lou

Mary Lou es la manera cariñosa con la que nombro a mi abuela en tercera persona. En el carnet figura como Teofila Maria Luisa pero para todo el mundo es Maria Luisa. Lo de Mary Lou viene por la gimnasta norteamericana que ganó el oro individual en Los Angeles´84, Mary Lou Retton (léase Riton).

Siendo sinceros, desde el punto de vista físico mi abuela está hecha un asco. Está prácticamente ciega, muy sorda, apenas puede andar y está torpe en general. Eso si, no tiene ni azúcar, ni colesterol, ni padece del corazón ni ninguna enfermedad grave. Su naturaleza es longeva (su padre, el bisabuelo Paco falleció con 96 años; y mi abuela llegó a conocer a su bisabuela). Así pues, el día que Dios se la quiera llevar morirá porque la pila se agote. Ahora bien, de la cabeza está estupenda, muchos mejor que gente más joven. Y no digamos de la lengua: esa si que la tiene bien.

Yo siempre digo que mi abuela ha sido siempre vieja. Siempre ha tenido los problemas físicos que refiero (sólo que ahora más agudizados), siempre ha ido de negro... en suma, no he conocido a una abuela plenamente activa que ahora está en decadencia. Mi abuela siempre ha estado muy estropeada. Yo nunca he probado un guiso suyo. Nunca ha sido la abuela cocinillas que hace bizcochos a sus nietos (ella prefiere las golosinas industriales). Ni hablar de trajecitos (como ve tan mal siempre ha cosido muy mal. No obstante tenía a mi madre, la auténtica costurera de la familia). En suma, que nunca he tenido la abuelita afable que marca la infancia. Mi abuela ha sido conmigo más bien distante (todo lo contrario que con mis primas, a las que ha criado).

Pero es la única abuela a la que he conocido. Para mi es LA ABUELA. La única. Y cuando desaparezca me quedaré sin ese tesoro. No es como el Papa o el Rey, que se muere uno y te queda otro. Mary Lou es única en su especie. Pero única, única. Y por eso la quiero.

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