martes, 11 de noviembre de 2008

Fotos

De pequeña me encantaba ver fotos. Era una de mis aficiones favoritas. Junto con mi madre cogía el album y le pedía que me explicara el origen de las instantáneas. "¿Quíen es este? ¿Cuándo fue esto?" y mi madre gustosa me explicaba. Si por casualidad aparecía mi padre por allí, entusiasmada yo le decía "mirá papá esta foto". Él la miraba con poca atención. "Ah sí" era su único comentario. Mi madre entonces me apuntaba que "a tu padre no le gusta ver fotos" a lo que mi padre siempre respondía "el pasado es pasado. No hay que volver atrás. No me gusta recrearme en eso".

Lo cierto es que yo no entendía este comentario. ¿Cómo no le podía gustar ver fotos, recordar momentos bonitos y alegres en nuestra pequeña historia familiar? Hoy, cuando ya he crecido empiezo a entender a mi padre: cada vez me gusta menos ver fotos del pasado porque me repatea ver como pasa el tiempo de manera silenciosa, sin avisar.

Por donde mejor veo el paso del tiempo y de mi edad es por la piel. Cuando era jovencita la tenía luminosa, lozana, reventona. Ahora la veo más mate, más apagada (a pesar de los potingues y las cremas faciales que uso desde los catorce años). También lo observo a través de mis padres. Me sorprende verlos con el pelo más oscuro y con menos arrugas. Y de mi abuela ni digamos. Antes no estaba tan consumida y parecía más erguida.

Una de las señas de que te estás haciendo mayor es que empiezas a comprender muchas ideas de tus padres. Yo siempre he sido sensata (y algo vieja) y les he dado la razón a mis padres en muchos aspectos. Pero es realmente ahora cuando empiezo a comprender algunos de sus razonamientos, y eso que no tengo hijos, ni estoy casada, ni amancebada.

¡Ay Lolita! (que es como se llama mi cámara reflex analógica Canon) ¡Cuantas enseñanzas me has proporcionado desde que caiste en mis manos!

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