martes, 17 de febrero de 2009

De la maternidad y las soledades

Mi amiga Noelia ha tenido a su segundo hijo. Con treinta años. Nerea es una niña que se ha adelantado nueve días a la fecha prevista, parecida a su hermano David, dos años mayor que ella. Felipe, el padre, tiene 29 años y dice que se planta aquí.

Todos mis amigos del barrio están casados y tienen hijos. Susi tiene dos niñas (también con treinta años), Cristina, hermana de Noelia, tuvo a Raul con veintisiete tacos, Rubén no tiene niños pero lleva casado tres años (tiene veintiocho), Eli lleva casada un año (tiene veintiocho también) aunque todavía no tiene niños, Vanessa y Carolina, sin hijos y viviendo en pecado, llevan amancebadas con sus respectivos novios más de un año...Yo soy la única que no tiene pareja (lo de la descendencia, de momento, no soy la única) y que vive en casa de sus padres, a pesar de tener piso propio. Y yo que parecía la más espabilada cuando éramos niños...

Mis amigas del instituto (mis amigas-amigas, con las que salgo y viajo) viven aún en casa de sus padres y no tienen niños y no están casadas (aunque casi todas tienen novio). En el curro, somos once chicas, y salvo yo todas están emparejadas (y las edades nuestras comprenden entre los 25 y 42 años). Si, definitivamente soy un bicho raro (por estas y otras circunstancias).

Admito que nunca he sido muy maternal. Los niños me gustan pero sólo un ratito. Cuando lloran mucho me pongo nerviosa y no se como tratarlos. Sin embargo, desde que nació mi sobrino hace tres años y desde que mis amigas tienen niños admito que mi relación con los niños ha cambiado. Me apetece más estar con ellos y los aguanto un poco mejor cuando lloran. Creo que es el reloj biológico.

Cuando cumplí los dieciseis años medité sobre las dos razones principales por las cuales nunca seré madre:

1)No creo encontrar a alguien con quien me apetezca tener un hijo o que le apetezca tener un hijo conmigo
2)O sería muy estricta con ellos o muy blanda, lo cual deriva en dos posibles alternativas: que me odien por represora o que me maltraten y abusen de mi

Pasados doce años desde estas reflexiones (con las que sigo estando de acuerdo) mi perspectiva a cambiado en muchas cosas. Añado un tercer motivo esencial a mi falta de instinto maternzl: mi egoismo y mi cobardía: tener hijos supone renunciar a ti en favor de otros y supone equivocarse cada día, cosa que da pánico a pesar de errar mil veces todos los días. Pero también sé que, como dice mi amiga Rocío Herraiz, puedes vivir sin sexo y sin hijos sin ningún problema, pero te pierdes dos cosas esenciales de esta vida y en cierto sentido no eres una persona completa.

En suma, confieso cierta envidia hacia mis amigas esposas y madres. No sé si me cambiaría por ellas, pero a veces me dan envidia. Hay momentos en los que a mi también me gustaría vivir con un hombre bajo el mismo techo, engendrar hijos, estar embarazada, criar a mis niños... Siento que ahora tengo una energía para hacer esas cosas que dentro de unos años no tendré. Además, como dice mi padre, "la juventud cree que siempre va a ser joven y eso no es así". Es decir, que si no tengo hijos o marido se que algún día, si llego, estaré sola y no tendré a nadie que se ocupe de mi. Me da miedo el llegar a vieja y ponerme enferma y que nadie me pueda echar una mano. En resumen, aunque suelo hacer muchas cosas sola, y disfruto mucho de mi soledad, me aterra la soledad. Lo único que me queda es cuidarme para intentar estar sana siempre y así no tener que depender de nadie y valerme por mi misma. Pero en cierto sentido eso es una loteria y no depende estrictamente de mi ni de mis sanas costumbres.

Vaya, que cada vez veo más posible lo que me autopredije hace muchos años: que no voy a tener descendencia ni pareja. Pero cada vez esa perspectiva me entristece más y me pone más nerviosa

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