Querido Paul,
Hace una semana que te fuiste y aún no acepto que no estás entre nosotros. Tus hermosos ojos azules no volverán a mirar el firmamento aunque siempre permanecerán en el celuloide. De pequeña siempre decía que tu eras mi actor favorito (y al tiempo y afirmaba también que Elizabeth Taylor era mi artista predilecta, y eso que no había visto La gata sobre el tejado de zinc). Hace dos meses aproximadamente leí en el periódico que desahuciado, habías pedido a tu doctor que te dejaran marchar a casa para morir en tu hogar en compañía de los tuyos. Coherente hasta el final, si señor. Ese es mi Paul.
A lo largo de estos años he leído varias entrevistas tuyas, y en todas me fascinaba tu inteligencia, tu coherencia. Recuerdo que en una te preguntaban sobre el secreto de tu duradero matrimonio con la también actriz Joanne Woodward:
- Pues muy sencillo – afirmabas con tu fina ironía. – El secreto consiste en saber repartirse las tareas. Yo me ocupo de opinar sobre las cosas importantes y trascendentes en el mundo, como la subida del precio del petróleo, la política internacional y esos grandes temas. Mi mujer sin embargo, se ocupa de las menudencias: elegir en que colegio van a estudiar nuestras hijas, que vamos a comer mañana o en que casa vamos a vivir.
Siempre me pareciste un ejemplo a seguir, con tus salsas y tus obras benéficas. Y sobre todo, con que entereza y dignidad te enfrentaste a la muerte de tu único hijo varón por sobredosis. Aún recuerdo lo mucho que me gustó Marcado por el odio, película que vi un domingo por la mañana en Telecinco, cuando aún era la cadena de las mama chicho.
Te vas y me quedo huérfana. Todos los que amamos el cine te echaremos de menos. Durante varios años una foto tuya decoró mi carpeta donde guardaba mis apuntes. Siempre fuiste el más bello, el más perfecto. Cuando en junio vi tu foto de hombre demacrado y enfermo lamenté, una vez más, la crueldad del paso del tiempo. El bello Paul era una sombra de si mismo, y me costaba creer que aquel anciano flacucho con sus eternas gafas de aviador hubiese sido en su día el hombre más guapo del mundo. Pero que quieres que te diga. Siempre fuiste el más bello por fuera. Pero lo fuiste aún más por dentro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario