martes, 13 de diciembre de 2011

Todo está inventado

El siglo XX se caracteriza principalmente por el enorme avance tecnológico que ha habido. Gracias a la revolución industrial se han desarrollado múltiples tecnologías que nos permiten comunicarnos en segundos con personas a miles de kilómetros, cruzar un océano en ocho horas, operar sin abrir al paciente... Todo ello hace que el hombre contemporáneo se sienta en la cúspide de la pirámide del progreso y la inteligencia.

Pero resulta curioso que cuando buceas en los libros de historia o en esa gran fuente de información que es internet, o simplemente viajas un poco y vas a ver lugares nuevos, te das cuenta que todo, absolutamente todo, está inventado. Ahora nos creemos muy hábiles e inteligentes porque construimos edificios grandiosos y nos olvidamos que hace más de cuatro mil años se edificaron las pirámides sin las grúas que hoy existen.

Y el calendario maya, que simplemente basándose en la observación del cielo, era casi tan perfecto como el que tenemos hoy en día y que se corrobora con las mediciones realizadas por satélites de sofisticada tecnología. Y que decir de nuestro ordenamiento jurídico, basado en gran parte en el derecho romano de hace dos mil años. Y cuando ves la moda, cuando la ropa que se ponía tu madre hace treinta años la podrías llevar hoy perfectamente sin que nadie se diese cuenta de su antigüedad, entonces si que te das cuenta de que todo está inventado.

Supongo que en el fondo, por mucha tecnología que tengamos, por muchos satélites, internet, redes de comunicación, aviones, etc. el ser humano no ha cambiado tanto. Y nos olvidamos a veces de que todos los avances, progresos e ingenios que tenemos han partido de un cerebro que apenas ha evolucionado en los últimos cincuenta mil años. En realidad no nos diferenciamos tanto de aquel homo sapiens que inventó la rueda o el hacha de silex. Basta leer y viajar para darse cuenta de ello. Entonces si que recibimos una dosis de humildad.

martes, 18 de octubre de 2011

Fuga de cerebros

Uno de mis programas favoritos de la tele es Madrileños por el Mundo. Una de las preguntas clásicas a los emigrantes es por qué recalaron en el extranjero.

- Por trabajo. Aquí había más oportunidades para desarrollar mi carrera profesional.

Es cierto que esta respuesta suele ser de ingenieros, investigadores o empresarios. El caso es que con la famosa crisis en España muchos jóvenes bien formados -aquí- se van al extranjero porque aquí no hay trabajo de lo suyo, y si lo encuentran, las condiciones son irrisorias al lado de las condiciones laborales de Alemania, Estados Unidos o Francia, por citar algunos ejemplos.

España siempre ha sido un país que ha exportado trabajadores. No es nuevo el fenómeno de la emigración. Pero lo más preocupante es que ahora, los que salen de España para buscarse la vida fuera de nuestras fronteras, suelen ser los mejores preparados, los más ambiciosos, los que quizás más podrían aportar a nuestro progreso económico, investigador o industrial. Otras naciones se aprovechan de la buena formación que se da en España a aquellas personas que quieren ser grandes profesionales. Nos gusta decir que somos un país de primera división, de los más desarrollados, pero hechos como éste nos hacen aterrizar en la realidad: por mucho que queramos, estamos a años luz de países civilizados como Alemania o Estados Unidos donde independientemente de haber más industria que permite un mayor progreso profesional de ingenieros, médicos, abogados, etc. se premia y se reconoce el esfuerzo, el sacrificio y el trabajo bien hecho, cosa que en España no siempre sucede. Si. Verdaderamente, en algunos aspectos África comienza en los Pirineos.

Pero por otro lado, admito que al ver estos programas a veces me siento un poco acomplejada o inútil. Evidentemente no puedo compararme con un investigador de la vacuna contra el SIDA ni con un ingeniero aeronáutico que trabaje en la NASA, pero al ver que lo mejorcito de España se está marchando pienso, ¿qué pasa, que los que estamos aquí trabajando por y para España somos la purrela de los trabajadores?
Porque vale, quizás yo no haya tenido el valor de irme a un país lejano cuya lengua ignoro, lejos de mi familia y amigos. Quizás haya sido una cobarde o una mediocre al anteponer a mi familia, mis amigos o mi seguridad a una brillante carrera profesional. Es verdad que no he sido ambiciosa, no he querido progresar en mi carrera por encima de todas las cosas. Me he conformado con ganar mil euros de mierda pero ¿eso me convierte en peor persona, en peor trabajador, en peor profesional que los que se van al extranjero a buscarse la vida? ¿Acaso tengo que pedir perdón por haber conseguido un empleo, no muy bien remunera, pero un empleo al fin y al cabo que me permite sobrevivir?

Es cierto que yo - y me refiero no sólo a mi sino a todos los de mi generación que hemos encontrado trabajo y que vivimos aquí- no he sido tan valiente como los que se buscan la vida fuera. Pero creo que somos igual de trabajadores, igual de responsables y porque no, igual de felices que los que ganan fuera tres veces más que nosotros y tienen más posibilidades de ascenso laboral. Y sobre todo, somos nosotros los que con nuestros impuestos, con nuestro trabajo, nuestro consumo y nuestro esfuerzo contribuimos a que España vaya sobreviviendo, con la esperanza, por supuesto, de que mejore algún día y llegue al nivel de otros países.

martes, 19 de julio de 2011

Que hablen otros por mi

Hoy tampoco hablaré yo.

Dejaré que en mi lugar lo haga Benito Pérez Galdós.

Es un extracto de El Grande Oriente de la serie segunda de los Episodios Nacionales y se refiere al protagonista de la saga, Salvador Monsalud.

El ver reflejado en los libros lo que te pasa es un consuelo de tontos, pero está bien ver como otros ponen palabras a tus sentimientos cuando una no sabe como hacerlo.

"-Otra equivocación -decía-, otra caída, otro desengaño. Todo aquello en que pongo los ojos se vuelve negro. Si mi corazón se apasiona por algo, persona o idea, la persona se corrompe y la idea se envilece. Conspiro, y todo sale mal. Deseo la guerra, y hay paz. Deseo la paz, y hay guerra. Trabajo por la libertad, y mis manos contribuyen a modelar este horrible monstruo. Quiero ser como los demás, y no puedo. En todas partes soy una excepción. Otros viven y son amados; yo no vivo ni soy amado, ni hallo fuente alguna donde saciar la sed que me devora. ¿Amigos? Ninguno me satisface. ¿Artes? Las siento en mí; pero no tengo educación para practicarlas. ¿Amor? Siempre que me acerco a él y lo toco, me quemo. ¿Religión? Los volterianos me la han quitado, sin ponerme en su lugar más que ideas vagas... Dios mío, ¿por qué estoy yo tan lleno y todo tan vacío en derredor de mí? ¿En dónde arrojaré este gran peso que llevo encima y dentro de mi alma? Voy tocando a todas las puertas, y en todas me dicen: «Aquí no es, hermano; siga usted adelante». Voy siempre adelante. Algún ser existe, sin duda, que está sentado junto a su casa, esperándome con ansiedad; pero yo paso y vuelvo a pasar, subo y bajo, entro y salgo con mi carga a cuestas, y no doy jamás con la puerta de mi semejante. Voy aburrido y desesperado, ando sin cesar. «¿Será aquél?», me pregunto. Creo haber acertado, y una brutal mano me lanza al camino diciendo: «Sigue adelante, que aquí no es...». «Aquí no es, aquí no es, aquí no es». En toda mi vida no oiré sino estas desesperantes palabras. «Aquí no es», me dijo Jenara. «Aquí no es», me dijo el partido jurado. «Aquí no es», me dijo la emigración. «Aquí no es», me dijo la patria. «Aquí no es», me dijeron las logias del año 19. «Aquí no es», me han dicho los liberales de ahora. «Aquí no es», me acaba de decir Andrea. No es en ninguna parte, y yo moriré de cansancio y fastidio en medio del camino. ¡Maldita sea la hora en que nací! Hijo soy del crimen, y la expiación de él tomó carne y vida en mi persona miserable... ¿Por qué soy tan distinto de los demás, que en ninguna parte encajo? ¿Por qué ningún hueco social cuadra a mi forma? Mejor es desbaratarse y morir, ¡Dios mío!, que estar siempre de más...

(...)


¡Pobre hombre! La verdad es que teniendo los medios vulgares para ser feliz, no podía serlo, sin duda por repugnar a su naturaleza los vulgares medios. Pero se equivocaba al echar la culpa de sus contrariedades al destino, a las estrellas, a una crueldad sistemática de la Providencia, como es frecuente en los que razonan poco; las causas de su constante desaliento y de sus caídas teníalas dentro de sí mismo, y se atormentaba constantemente en virtud de una poderosa fuerza crítica, compañera de todos sus actos. Sin quererlo, su mente le presentaba con claridad suma todas las abominaciones y fealdades de hombres y de la vida, exagerándolas quizás, pero sin perder ninguna. Por eso, cuando el natural orden de compensaciones que preside a la existencia le conducía a una situación lisonjera y optimista, el amor, por ejemplo, se abrazaba a ella con la desesperación del náufrago; y despertando todas las fuerzas de su ser, las dirigía al caro objeto; se apasionaba y exaltaba tanto, como si toda la vida debiera condensarse en una semana y el universo entero en las sensaciones y los espectáculos de un día. Cuando el desengaño llegaba, natural invierno que con orden incontrovertible sigue al verano de la pasión y del entusiasmo, le sorprendía a tanta altura que sus caídas eran desastrosas. Otros caen de una silla y apenas se hacen daño. Él, que siempre se encaramaba a las más altas torres, quedaba como muerto.

Otra causa le hacía infeliz, la desproporción inmensa entre sus condiciones sociales o de nacimiento y la superioridad ingénita de su inteligencia y de su fantasía. La fantasía le incitaba a todas horas con vivaces estímulos: era como un aguijón constante que intentara hacer correr a quien carece de pies. Considerad una inspiración ardiente sin medios de manifestarse, semejante a la curiosidad óptica del ciego; una inspiración que daba el fuego sin combustible, el agua sin vaso, la idea sin la palabra, sin la línea, sin la nota; considerad un alto ingenio que no sabe más que leer y escribir en una época en que el arte tiene que ser letrado porque han desaparecido los bardos y los trovadores de camino, y comprenderéis cómo pesa sobre un alma la fantasía cuando la falta de educación la ha privado de sus sentidos propios. Es verbo inencarnado que lucha en las tinieblas con horrendo torbellino, queriendo ser forma y sin satisfacer jamás su anhelo doloroso"


PD: La anestesía mental del último año y medio ha sido en parte lo que me ha dado equilibrio y estabilidad para seguir adelante. No es el más idoneo, pero ahora mismo es el único que me vale.

martes, 12 de julio de 2011

Un poco de El Principito

Hoy en vez de contar cosas, voy a transcribir unos párrafos de la obra El Principito de Antoine de Saint-Exupéry sobre los que ando reflexionando estos días. Ya se sabe, a buen entendedor....

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Entonces apareció el zorro:
—¡Buenos días! —dijo el zorro.
—¡Buenos días! —respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vio nada.
(...)
—Ven a jugar conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!
—No puedo jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesticado.
—¡Ah, perdón! —dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
—¿Qué significa "domesticar"?
(...)
—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa "crear vínculos... "
—¿Crear vínculos?
—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el
mundo...
—Comienzo a comprender —dijo el principito—. Hay una flor... creo que ella me ha
domesticado...
(...)
—Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
—Por favor... domestícame —le dijo.
—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. (...) ¡Si quieres un amigo, domestícame!
(...)
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:
—¡Ah! —dijo el zorro—, lloraré.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
—Ciertamente —dijo el zorro.
—¡Y vas a llorar!, —dijo él principito.
—¡Seguro!
—No ganas nada.
—Gano —dijo el zorro— he ganado a causa del color del trigo.

domingo, 26 de junio de 2011

Sin pueblo

Uno no suele apreciar aquello que tiene. Si acaso, lo valora cuando lo pierde. Y además desea aquello que no posee.
En mi caso hay dos cosas que no he tenido nunca y que siempre he añorado: haber conocido a mis abuelos y tener pueblo.
Lo de los abuelos, sólo he conocido a mi abuela María Luisa, y doy gracias por ello, pero me hubiera gustado conocer a los tres restantes. De hecho me encanta que me cuenten historias de ellos porque es la única manera que tengo de "conocerles", de saber como eran. Cuando alguien me habla de sus abuelos y de como ha conocido y tratado a los cuatro siempre pienso en la gran suerte que tienen. Es cierto que por norma general tienen que enfrentarse a su pérdida y eso provoca gran dolor, pero creo que son afortunados porque pueden evocar una voz, una palabra, una expresión, una manera de moverse... en suma, un ser y no un señor inanimado que te mira desde el otro lado de la fotografía.
Lo del pueblo, otra añoranza. Un montón de gente tiene pueblo y no va, y admito escandalizarme algo con ello. ¡Yo que siempre he querido uno y no lo he tenido, y estos que lo tienen no van! Aunque claro, depende de las circunstancias y cuando la gente no tiene familia ni casa pues evidentemente no suele ir. Supongo que lo que me da rabia es como algunas personas se desvinculan por completo de su pueblo aún teniendo razones para volver.
Como en el caso de mis padres, les inundaron el pueblo, la sensación de desarraigo siempre ha sido muy profunda en ellos y en cierto sentido yo lo he heredado. No es ya que tengas un pueblo y no quieras ir, no. Es que ni siquiera puedes ir a un lugar del que puedas decir "esta casa era de mis antepasados" o "por aquí jugaban mis padres de pequeños". Quiero pensar que si el pueblo de mis padres hubiera seguido existiendo hubieramos seguido visitandolo, aunque a veces albergo mis dudas porque tuvieron la oportunidad de convertir a Rosalejo en su "pueblo" y no lo hicieron. Es cierto que las vivencias que tuvieron allí supusieron un mal recuerdo para mis padres (allí perdieron a sus padres, allí tuvieron que enfrentarse a la vida de adultos, allí se hartaban de trabajar y no sacaban nada en claro, allí tuvieron que renunciar a su casa y su parcela para poder venirse a Madrid) pero con los años ese rencor, ese mal recuerdo, no se mitigo lo suficiente como para desear tener una casa alli. Es cierto que cuando vivía mi bisabuelo ibamos algo más a menudo, pero yo nunca fui el suficiente tiempo como para convertir a Rosalejo en mi pueblo adoptivo, como le ha sucedido a mi prima Elena o incluso a mis primas Mari Mar y Cristina que de niñas pasaron más tiempo que yo allí. Por eso cuando alguna vez lo he visitado y te tratas con tus tíos y con tus primos como seres algo extraños porque no he tenido la oportunidad de tener una relación más estrecha con ellos siento algo de frustación e impotencia. Aparte, claro está, de que debido al hecho de no tener pueblo de niña he pasado unas vacaciones tremendamente aburridas, mientras que mis amigos que si lo han tenido, guardan con especial cariño sus vivencias de niños y adolescentes en los pueblos, cimentando relaciones más profundas con familia algo más lejana, si, pero familia al fin y al cabo, y teniedo experiencias de libertad y contacto con la naturaleza que yo no he tenido nunc.
En fin, reconozco que me hubiera gustado mucho que mis padres hubieran tenido casa en Rosalejo y que así se hubiese convertido para mi en un pseudo pueblo en el que todo el mundo era mi tío, como decía yo de pequeña. Y al venir este fin de semana de una boda allí y ver que mis primos segundos que si viven allí y se conocen se tratan como tal y yo no poder hacerlo me hace revivir parte de esa añoranza por no tener un lugar reconocible, origen de mis antepasados, en el que haber vivido una bonita infancia.

martes, 17 de mayo de 2011

Identidad de rubia

Cuando las mujeres quieren cambiar algo en su vida normalmente empiezan por el pelo. Un nuevo corte, un nuevo color les hace verse diferentes y les empuja a realizar otros cambios en su persona o en su modo de vida. Y es que según varios estudios el cabello tiene un peso fundamental en la imagen de cada uno. Es el marco que encuadra la cara, y su forma y color puede resaltar o empeorar las facciones.
Cuento esto porque el otro día ante el espejo hice un descubrimiento sorprendente a la par que preocupante para mí. No eran canas, no. Eran varios pelos de raíz muy oscura (castaño oscuro) y de textura fosca. ¡Todo lo contrario a lo que es mi pelo de toda la vida, rubio y finito! ¡Horror! ¿Y si en vez de unos cuantos mechones de repente todo mi cabello se tornara en castaño oscuro y semirizado? Me imagine a mi misma con ese pelo y sencillamente pensé: “No sería yo”.
No creo que el color de pelo esté estrechamente relacionado con la personalidad de cada uno. No creo que las rubias por el hecho de serlo seamos tontas, ni las morenas agresivas o las pelirrojas sensuales. Es más, yo siempre digo que la mala fama de las rubias nos las dan las peliteñidas. Pero el color de mi pelo forma parte de mi, de mi identidad (que no personalidad). Allá donde he ido siempre he sido la rubia. Nunca me he teñido el pelo ni he deseado tenerlo de otro color. Me ha podido gustar ponerme una peluca de cabello oscuro para ver que tal me sentaría, pero sólo durante un minuto, nada más.
Es cierto que a lo largo de los años el pelo se me ha oscurecido y mucho, pero ha seguido siempre rubio. De pequeña estaba algo más concienciada de que con el paso de los años cambiaría de color, como le paso a mi padre y a mis tías, que de canos pasaron a ser castaños, más o menos claros, pero castaños. Pero yo, como he conservado el color de pelo (algo más oscuro, algo menos dorado, pero siempre rubio) la única posibilidad que me planteaba era la de pasar de rubia a canosa, que al fin y al cabo, es un color que guarda cierto parecido con el rubio.
No sé si de aquí a que me salgan canas mi pelo se tornará antes en castaño. No tiene mucho sentido la verdad y no creo que le dé tiempo pues antes de los cuarenta suelen aparecen las dichosas canas. Yo espero que no sea así. Dejar de ser rubia para convertirme en castaña sería como seguir siendo yo, es más, seguiría siendo yo, pero me resultaría a mi misma identificarme ante el espejo: simplemente me vería como una extraña.

viernes, 15 de abril de 2011

El aspecto que tienes esta noche

Ocurre a veces, cuando ves una película de una temática concreta, que te entran ganas de hacer lo mismo que el protagonista. ¿Quién de nosotros no ha salido haciendo artes marciales tras ver Karate Kid o practicando unos pasos de baile tras visionar Dirty Dancing?.
Este fenómeno común entre los mortales se manifiesta en mi de otro modo particular. Cuando veo a una señorita bien vestida, bien arreglada, bien peinada y maquillada siempre me digo que a mi me gustaria ser igual de estilosa. Para mi desgracia, no he heredado el buen gusto con la ropa que tiene mi madre y en ese aspecto he salido a la familia de mi padre, bastante desastre desde el punto de vista estético y del arreglo personal. Y ocurre que cuando trato de vestirme mejor siempre pienso que tengo alguna tacha: no me pegan los zapatos, voy demasiado clásica, demasiado sosa, no tengo complementos...
Con los años he ido mejorando un poco, y ahora, a mi edad de cristo, he descubierto unas interesantes páginas web donde hacen tutoriales de maquillaje, que a mi modo, intento llevar a la práctica para mejorar "el aspecto que tienes esta noche". Y a veces me digo "si hubiera habido esto cuando yo tenía veinte años, ahora vestiría mejor y me maquillaría mejor y quien sabe si eso... " y dejo volar mi imaginación y pienso, que chorrada, que si quizás me hubiera sacado mejor partido físico cuando era más jovencita ahora tendría un mejor trabajo, o un novio estupendisimo, o más seguridad en mi misma... o en suma, que me imagino que quizás ahora sería, como aquel que dice, otra persona (si amiguitos, a veces pierdo mi tiempo en reflexiones estúpidas y frívolas como esta).
Pero en el fondo se la verdad. Por muchas cremas que me eche, por mucho deporte que haga, por mucho maquillaje que me aplique, las arrugas está ahi. El paso del tiempo está ahi y se nota por mucho que yo haga. Se me nota ya la edad y no lo puedo disimular. En físico imposible competir con las jovenes. En mentalidad, imposible competir con las de mi edad. En suma, mejor olvidarse de las competiciones y admitir la edad. Y tan solo consolarnos en tratar de mantener, porque ya veo complicado lo de mejorar, "el aspecto que tienes esta noche".

martes, 8 de marzo de 2011

Día de la mujer trabajadora

El ocho de marzo se celebra el día de la Mujer (trabajadora). A mi me parece un poco una payasada, porque si, durante un día se recuerda el mal estado en el que se encuentran las mujeres (particularmente en países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo). ¿Pero para que sirve recordar esto un día si el resto del año se está haciendo la puñeta al género femenino?.
El los países desarrollados se dice que este día ya no tiene sentido pues las mujeres hoy son dueñas de sus destinos y libres de elegir su modo de vivir. ¡Ja! Eso es en la teoría y si nos quedamos en la superficie. Pero en cuanto se raspa... ¡cuanto difiere todo!
Porque si, en la teoría la mujer está en igualdad de condicines que los hombres, pero en la práctica hay un machismo soterrado, oculto, sibilino, que actua en todas las estructuras.
Lo primero: las mujeres ganan menos que los hombres. Cuando se escucha esto se piensa que a las mujeres les pagan menos que a los hombres haciendo el mismo trabajo. Error. Lo que pasa es que las mujeres ganan menos dinero porque suelen ser personal no cualificado y ocupan los puestos más bajos y peor pagados. He comprobado personalmente que aquellos trabajos donde hay muchas mujeres están mal pagados.
Lo segundo: La maternidad es un hecho natural que supone un lastre para la mujeres en su carrera profesional. Lo siento, pero es así. Es así porque cuando una mujer es madre muchas veces es la que se coge la jornada reducida para ocuparse de su hijo (cosa que no suele hacer el hombre). Eso supone renunciar a sueldo y a tiempo de trabajo, con la correspondiente reducción de posibilidades de ascenso, etc
Lo tercero: no se suele confiar en las mujeres para darles puestos de responsabilidad. No solo por la posibilidad de que sean madres, sino porque en muchas ocasiones los superiores las consideran inestables y volubles. Por eso, cuando una mujer llega a ser jefa-jefa-superjefa, suele ser como un hombre o mucho peor que un hombre, pues ha tenido que combatir en un mundo de hombres (agresivo, competitivo, lleno de machos alfa).
En fin. Lo ideal sería ser iguales a los hombres en derechos, pero mucho me temo que debido a nuestras diferencias corporales (inevitables, necesarias, afortunadas) nunca seremos iguales tampoco en los otros terrenos, para desgracia nuestra

jueves, 17 de febrero de 2011

Trabajo, mujeres y oficina

En mis dos últimos trabajos (antes del que tengo, quiero decir) mis compañeros en su mayoría eran chicos. La verdad es que trabajaba muy a gusto con ellos. Por eso, cuando escuchaba la frase tópica de "prefiero trabajar con hombres antes que con mujeres" dicha en boca de otras féminas, en parte me sentía identificada, pero en parte también me fastidiaba un poco, porque muchas veces las mujeres atacamos a nuestras congéneres como fuente de nuestros problemas (no digo con esto que la culpa la tengan siempre los hombres). Esa falta de "solidaridad" dentro del género, me dolía un poco, pues no me gusta pensar que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, porque para mi, es tirar piedras contra nuestro propio tejado.

En mi trabajo actual, al estar en el turno de tarde, mis compañeros son chicos en su mayoría. Y la verdad es que he estado muy a gusto y gracias a mi contacto con ellos he descubierto (o mejor dicho, redescubierro) facetas del género masculino muy interesantes y quizás algo olvidadas. Es cierto que echaba de menos a veces hablar de cosas de chicas, pero lo verdad es que me encuentro muy bien entre mis compañeros varones


Pero estos últimos meses, al estar en el turno de mañana, el género femenino predomina en la oficina, y por mi vivencia, debo decir, con todo el dolor de mi corazón, que la frase de en un trabajo en el que todo son mujeres el ambiente está viciado tiene mucho de cierto (no creo que se trate de un dogma, pero si tiene mucho de verdad).

¿De dónde saco estas conclusiones? En primer lugar he observado que por lo general, las mujeres suelen fijarse más en pequeños detalles que a los hombres les pasan desapercibidos. Es costumbre entre las féminas verbalizar más las cosas, y dentro de esa verbalización entran los pequeños detalles, que muchas veces se interpretan de modo maligno:. "¿Has escuchado lo que dijo? ¿Has visto como se viste últimamente? ¿No te has fijado en que de un tiempo a esta parte se reunen mucho?". Pues bien, evidentemente comentar, y sobre todo, sacarle punta absolutamente a todo, no genera un buen ambiente de trabajo porque da lugar a grupitos, alianzas, etc, etc. Es cierto que los hombres también cotillean y hablan de las mejores jugadas, pero casi siempre se suelen referir a lo obvio, a lo que todo el mundo ve y todo el mundo oye.


Por otra parte, no se si por genética o educación, las mujeres son más emotivas que los hombres y más dadas a mostrar en público sus sentimientos, ya sean buenos o malos. En mi trabajo, todas las chicas (incluida yo misma) en algún momento, han llorado en público. Con más o menos gente, pero han llorado delante de los compañeros, de los jefes incluso. No digo que esta situación genere en si misma un mal ambiente de trabajo, pero si da lugar a comentarios (procedentes de hombres y mujeres) del tipo "está loca", "está desequilibrada", "no está bien de la cabeza", "esta responsabilidad le viene grande" lo cual, a la hora de ascender, de tener una carrera profesional con gran proyección, no favorece mucho a las señoritas.

Y por último la presencia de una compañera atractiva en la oficina y el revuelo que se arma en torno a ella y como se tienden a echar las culpas a la mujer atractiva por parte de las propias compañeras (y compañeros, of course). En mi trabajo, ahora mismo, se está dando el caso, y yo, trato de observar los hechos desde fuera y con objetividad y ver como todo el mundo carga las tintas sobre las mujeres y echa mano a los prejuicios.

Hace año y medio contrataron a una chica gallega. Las malas lenguas dijeron que venía enchufada (yo lo creo así). El caso es que se trata de una joven de 25 años, atractiva, que se sabe sacar partido, que viste con elegancia, muy inteligente, lista, con gran capacidad de aprendizaje y análisis, melosa, extrovertida y con tendencia a tocar, tanto a chicos como a chicas.

No sé si como resultado de estas características o de su enchufe, los dos jefes mayores del reino del Banco (que tienen 32 y 36 años respectivamente) le abrieron todas las puertas y le dieron un trato de favor que no han tenido otros compañeros recién llegadas. Transcurrido un año la compañera se encontraba en un dilema moral: su novio, en Galicia, le dijo que no aguantaba estar separado de ella (ella al parecer tampoco) y que para la mierda de trabajo que tenía y el sueldo que cobrabam que apenas le permitía ir a Vigo una vez al mes, que mejor que ella regresara a su tierra natal y así estarian por lo menos juntos, pues él era (y es) fijo en su empresa. Ella, presa de una gran tristeza, se pone a llorar un día en el trabajo y los jefes del Banco (no de la empresa, sino del Banco) acuden a su rescate: la suben el sueldo y la ascienden. A raíz de esto ella ha explotado su vena atractiva (sigue siendo inteligente y lista, eso no lo vamos a obviar) y hemos llegado a un punto en el que abiertamente le rie las gracias a los jefes, les toca, coquetea abiertamente con ellos y por el trato que mantienen, más que una subordinada, parece una compañera, una colega de trabajo.

Ante tales hechos los compañeros murmuramos. Lo que más me duele, es que todos, chicos y chicas, han cargado las tintas sobre ella. Ella tiene la culpa. Ella es la que se acerca a los jefes. Ella es la que se sabe vender. Ella es la ambiciosa. Ella es la que explota su vena sensual. Nadie habla de su inteligencia (que la tiene), ni de su talento (que lo tiene), ni de su capacidad de trabajo (también la tiene). Aparte, nadie, nadie, no hombres ni mujeres, critica de los jefes (ambos casados, uno con hijos). Nadie dice que los jefes son unos hijoputas porque están jugando con ella. Nadie afirma que "malos son los jefes" porque la están potenciando a ella y a las demás, como no estamos buenas ni reimos las gracias, no existimos para ellos. Nadie critica a los jefes por tocarla el pelo, o acercarse peligrosamente a ella, o invitarla a comer casi todos los días cuando nunca han tenido esos detalles con el resto.

A esta chica, que por supuesto no es inocente (ha llegado a mis oídos que al parecer hay una vacante en el Banco y ella, conocedora de esto, está jugando sus cartas) se la juzga y se la critica por estar buena. No se le perdona saberse vender. En un hombre, se diría que es ambicioso (en el buen sentido del termino) y se haría más hincapié en sus capacidades profesionales. En ella se obvia sus cualidades profesionales y se centra la atención en su físico y a su carácter meloso, al que dicen, le debe todo. Y estos comentarios llegan de hombres y mujeres. Y lo que más me molesta es que todos estos comentarios son en buena parte fruto de los prejuicios, pero en buena parte también, fruto de la asquerosa realidad.

martes, 1 de febrero de 2011

Mentiras, manipulaciones y reforma del sistema de pensiones

Los periódicos anuncían estos días un Pacto Social entre el Gobierno, Patronal y Sindicatos. Dicho Pacto Social incluye medidas para incentivar el empleo entre jóvenes (los más afectados por el desempleo) y la tran manida reforma de las pensiones: jubilación a los 67 años; cotizar 37 años para cobrar el 100% jubilándose a los 67; cotizar 38,5 años para jubilarse con el 100% a los 65 años y ampliar el periodo de cálculo de la cuota de la pensión en diez años (de 15 a 25 años).
Los políticos se muestran contentos porque se trata de una reforma consensuada entre los agentes sociales y los sindicatos se muestran ufanos porque según ellos con estas medidas han salvado los muebles y sobre todo han asegurado las pensiones de los trabajadores/obreros en los próximos cuarenta años.

Y tras esta introducción, aquí va mi opinión:

1) Considero un mal necesario que la jubilación se alcance a los 67 años. Debido a la escasa demografía, a la ampliación de la esperanza de vida y teniendo en cuenta que salvo enfermedad, tenemos medios para llegar a esos años en plenitud de condiciones (otra cosa es que sigamos las recomendaciones para cuidar la salud) considero impepinable que salvo en profesiones penosas (como dice el acuerdo), en las demás la edad de la jubilación se amplie en dos años más.
Pero como digo esto, digo lo siguiente. No me gusta que me vendan la filfa, la mentira, que las pensiones dependen de la demografía. Es verdad que es un factor importante, pero no el único: la productividad y la tasa de actividad son dos elementos fundamentales para mantener el sistema de pensiones. Pero no he oído hablar a nadie (políticos, patronal, sindicatos) para potenciar y mejorar estos factores.
2)Elevar los años de cotización para alcanzar la pensión máxima me parece una patada en el estómago al joven y futuro obrero español, porque básicamente, teniendo en cuenta que hay un 43% de paro entre los menores de 25 años, y la insistencia en que la juventud tiene que formarse (y una persona que vaya a la universidad, que haga un doctorado, etc, se incorpora al mercado laboral tarde), ¿quién narices va a cotizar esos años? En suma, que han puesto unas condiciones que se resumen en que de aqui a cuarenta años, muy pocas personas van a cobrar la totalidad de su pensión. Y eso si que es un recorte de derechos para todos.
Además, tal y como está montado todo, es muy complicado que una persona trabaje de manera más o menos ininterrumpida este periodo de tiempo. Es decir, para cobrar el cien por cien de la pensión habría que empezar a trabajar a los 29 años y no quedarse nunca, nunca, nunca en paro, lo cual, hoy en día es complicado por no decir imposible.
3) Incrementar en diez años (de quince a veinticinco, ¡casi un 80%!) me parece una patada en el estómago, en el culo y una paliza monumental al obrero/trabajador porque esto se traduce en un descenso (como medía) en un 20% del dinero que se va a cobrar cuando uno se jubile (no, pero esto no es reducir los derechos del trabajador, es sólo protegerlos: ajustarnos todos el cinturón para cobrar todos. ¡Ja!)
4)Eso de que las personas (hombres y mujeres) que tengan que abandonar su trabajo para atender a sus hijos puedan cotizar nueve meses por cada hijo hasta un máximo de dos años me parece muy bonito, pero, ¿qué hay de las personas que piden una jornada reducida para cuidar a sus hijos? A esos que les zurzan y que den gracias a Dios porque oye, siguen trabajando. Nadie recuerda que no es lo mismo cotizar cuarenta horas que veinticinco o treinta horas semanales. Quieren que la gente tenga hijos y compatibilice la familia con el trabajo con jornadas reducidas y trabajo parcial, pero a la hora de la verdad, quien hace eso es penalizado por el sistema.

Y francamente, estas reformas me parecen una manera de patear los derechos del trabajador, reducirlos y escupir sobre ellos, y para mi, esto SI se merece una HUELGA GENERAL. Pero como es una reforma que la han pactado entre todos los agentes sociales pues no pasa nada. Resulta que los sindicatos montan una huelga general por la Reforma Laboral porque reduce los derechos del trabajador pero contra este brutal pacto social no dice nada, ni protesta, y como mucho dice "oye, que gracias a mi puedes obtener algo de pensión, que mira que el gobierno quería que fuesen cuarentaiun años los necesarios para cobrar toda la pensión"). Después de esto, ¿cómo quieren que las personas tengan un buen concepto de los sindicatos y no los consideren unos vendidos y sobre todo, los vendedores del trabajador?

Y que decir del PSOE que le está haciendo el trabajo sucio al PP porque esta reforma es quizás la que el PP hubiese puesto en práctica. Pero lo que más me sorprende, hoy en día, es que la gente, viendo esto, todavía diga que "vota al PSOE porque es el único que defiende al trabajador". si esta reforma de pensiones es defender al trabajador que baje Díos y lo vea... (que por otra parte, el PP tampoco defiende los derechos del trabajador).

Aparte, nadie habla de crear más puestos de trabajo, de mejorar la productividad (algo difícil en España que es un país de servicios y no un país industrial). No, nadie habla de eso ni de que los políticos con sólo dos legislaturas cobran el 100% de su pensión independientemente de que trabajen o no el resto de sus vidas. Eso, como dice el presidente del Congreso, es "el chocolate del loro".

En fin, me parece todo sucia propaganda, sucia manipulación y una asquerosa realidad que no va a salvar el sistema de pensiones porque las reformas de calado no se van a realizar (mejorar el tejido industrial, incrementar la productividad, mejorar la competitividad) y yo, tengo muy, muy claro, que esto no va a terminar así. Que si yo llego a la edad de jubilación (que sinceramente, creo que se alcanzará de aqui a unos años a los 70), cobraré menos aún de lo que se va a cobrar ahora, y en el peor de los casos puede que me hagan elegir entre un sistema público y otro privado (si es que puedo tenerlo).
Vamos, que quien tenga dinero y pueda pagarse un sistema privado de pensiones, pues sin problema, pero para el currito/trabajador/obrero pues las cosas no vienen bien dadas.