En mis dos últimos trabajos (antes del que tengo, quiero decir) mis compañeros en su mayoría eran chicos. La verdad es que trabajaba muy a gusto con ellos. Por eso, cuando escuchaba la frase tópica de "prefiero trabajar con hombres antes que con mujeres" dicha en boca de otras féminas, en parte me sentía identificada, pero en parte también me fastidiaba un poco, porque muchas veces las mujeres atacamos a nuestras congéneres como fuente de nuestros problemas (no digo con esto que la culpa la tengan siempre los hombres). Esa falta de "solidaridad" dentro del género, me dolía un poco, pues no me gusta pensar que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, porque para mi, es tirar piedras contra nuestro propio tejado.
En mi trabajo actual, al estar en el turno de tarde, mis compañeros son chicos en su mayoría. Y la verdad es que he estado muy a gusto y gracias a mi contacto con ellos he descubierto (o mejor dicho, redescubierro) facetas del género masculino muy interesantes y quizás algo olvidadas. Es cierto que echaba de menos a veces hablar de cosas de chicas, pero lo verdad es que me encuentro muy bien entre mis compañeros varones
Pero estos últimos meses, al estar en el turno de mañana, el género femenino predomina en la oficina, y por mi vivencia, debo decir, con todo el dolor de mi corazón, que la frase de en un trabajo en el que todo son mujeres el ambiente está viciado tiene mucho de cierto (no creo que se trate de un dogma, pero si tiene mucho de verdad).
¿De dónde saco estas conclusiones? En primer lugar he observado que por lo general, las mujeres suelen fijarse más en pequeños detalles que a los hombres les pasan desapercibidos. Es costumbre entre las féminas verbalizar más las cosas, y dentro de esa verbalización entran los pequeños detalles, que muchas veces se interpretan de modo maligno:. "¿Has escuchado lo que dijo? ¿Has visto como se viste últimamente? ¿No te has fijado en que de un tiempo a esta parte se reunen mucho?". Pues bien, evidentemente comentar, y sobre todo, sacarle punta absolutamente a todo, no genera un buen ambiente de trabajo porque da lugar a grupitos, alianzas, etc, etc. Es cierto que los hombres también cotillean y hablan de las mejores jugadas, pero casi siempre se suelen referir a lo obvio, a lo que todo el mundo ve y todo el mundo oye.
Por otra parte, no se si por genética o educación, las mujeres son más emotivas que los hombres y más dadas a mostrar en público sus sentimientos, ya sean buenos o malos. En mi trabajo, todas las chicas (incluida yo misma) en algún momento, han llorado en público. Con más o menos gente, pero han llorado delante de los compañeros, de los jefes incluso. No digo que esta situación genere en si misma un mal ambiente de trabajo, pero si da lugar a comentarios (procedentes de hombres y mujeres) del tipo "está loca", "está desequilibrada", "no está bien de la cabeza", "esta responsabilidad le viene grande" lo cual, a la hora de ascender, de tener una carrera profesional con gran proyección, no favorece mucho a las señoritas.
Y por último la presencia de una compañera atractiva en la oficina y el revuelo que se arma en torno a ella y como se tienden a echar las culpas a la mujer atractiva por parte de las propias compañeras (y compañeros, of course). En mi trabajo, ahora mismo, se está dando el caso, y yo, trato de observar los hechos desde fuera y con objetividad y ver como todo el mundo carga las tintas sobre las mujeres y echa mano a los prejuicios.
Hace año y medio contrataron a una chica gallega. Las malas lenguas dijeron que venía enchufada (yo lo creo así). El caso es que se trata de una joven de 25 años, atractiva, que se sabe sacar partido, que viste con elegancia, muy inteligente, lista, con gran capacidad de aprendizaje y análisis, melosa, extrovertida y con tendencia a tocar, tanto a chicos como a chicas.
No sé si como resultado de estas características o de su enchufe, los dos jefes mayores del reino del Banco (que tienen 32 y 36 años respectivamente) le abrieron todas las puertas y le dieron un trato de favor que no han tenido otros compañeros recién llegadas. Transcurrido un año la compañera se encontraba en un dilema moral: su novio, en Galicia, le dijo que no aguantaba estar separado de ella (ella al parecer tampoco) y que para la mierda de trabajo que tenía y el sueldo que cobrabam que apenas le permitía ir a Vigo una vez al mes, que mejor que ella regresara a su tierra natal y así estarian por lo menos juntos, pues él era (y es) fijo en su empresa. Ella, presa de una gran tristeza, se pone a llorar un día en el trabajo y los jefes del Banco (no de la empresa, sino del Banco) acuden a su rescate: la suben el sueldo y la ascienden. A raíz de esto ella ha explotado su vena atractiva (sigue siendo inteligente y lista, eso no lo vamos a obviar) y hemos llegado a un punto en el que abiertamente le rie las gracias a los jefes, les toca, coquetea abiertamente con ellos y por el trato que mantienen, más que una subordinada, parece una compañera, una colega de trabajo.
Ante tales hechos los compañeros murmuramos. Lo que más me duele, es que todos, chicos y chicas, han cargado las tintas sobre ella. Ella tiene la culpa. Ella es la que se acerca a los jefes. Ella es la que se sabe vender. Ella es la ambiciosa. Ella es la que explota su vena sensual. Nadie habla de su inteligencia (que la tiene), ni de su talento (que lo tiene), ni de su capacidad de trabajo (también la tiene). Aparte, nadie, nadie, no hombres ni mujeres, critica de los jefes (ambos casados, uno con hijos). Nadie dice que los jefes son unos hijoputas porque están jugando con ella. Nadie afirma que "malos son los jefes" porque la están potenciando a ella y a las demás, como no estamos buenas ni reimos las gracias, no existimos para ellos. Nadie critica a los jefes por tocarla el pelo, o acercarse peligrosamente a ella, o invitarla a comer casi todos los días cuando nunca han tenido esos detalles con el resto.
A esta chica, que por supuesto no es inocente (ha llegado a mis oídos que al parecer hay una vacante en el Banco y ella, conocedora de esto, está jugando sus cartas) se la juzga y se la critica por estar buena. No se le perdona saberse vender. En un hombre, se diría que es ambicioso (en el buen sentido del termino) y se haría más hincapié en sus capacidades profesionales. En ella se obvia sus cualidades profesionales y se centra la atención en su físico y a su carácter meloso, al que dicen, le debe todo. Y estos comentarios llegan de hombres y mujeres. Y lo que más me molesta es que todos estos comentarios son en buena parte fruto de los prejuicios, pero en buena parte también, fruto de la asquerosa realidad.
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