martes, 13 de enero de 2009

Nevada y propósitos del nuevo año

Empieza el 2009. Primera carta. ¿Propósitos? Este año ninguno. Ninguno importante, vamos. Comprarme las cortinas y lámparas del comedor si acaso. Intentar ahorrar más. No sé. Como no fumo y ya hago ejercicio no tengo que proponerme estos objetivos. No me fijo lo de ir de viaje a tal sitio o cambiar de curro, etc, etc. No me gusta hacer planes a largo plazo (es decir, más de dos meses).

Si acaso si me planteo leer más. El año pasado una biografia de Bette Davis, El retrato de Dorian Gray, La sombra el viento y Un Mundo sin fin fueron mis únicos titulos (aunque la II parte de Los pilares... equivale a tres novelas). El otro día fui a la biblioteca en busca de un libro. ¿Quién soy, adonde voy y con quién? fue un libro de autoayuda que me llamó la atención acorde con mi recurrente reflexión de cambiar de vida espiritual. Pero no me apeteció nada. En su lugar cogi Vida de los doce césares de Suetonio. Un libro escrito por un romano sobre la vida de doce emperadores. La historia clásica, una de mis grandes pasiones para comenzar bien el año. Un placer para mi intelecto (¡Dios! que pedante).

También me propuse ser fuerte y no caer en las redes del rico sexo con Carlos durante este 2009. Pero en esto ya he fallado. El fin de semana vimos una película, cenamos en un restaurante gallego y dormi con él tras retozar desnudos en su cama (que poético). Lo admito, mi carne es débil.

Mientras tanto disfruto de la nieve. Que yo recuerde, nunca han durado tanto los restos de una nevada. Normalmente al día siguiente se derriten los copos caidos el día anterior, y lo de la nieve se convierte casi automáticamente en un nuevo recuerdo meteorológico. Pero esta vez no. Y gracias a ello el sábado pude tirarme con mis amigos unos bolazos de nieve como Dios manda. Vivan los pequeños placeres.

En fin. Nada nuevo bajo el sol (o bajo la nieve, mejor dicho). Sigo aqui en el 2009. ¿Qué sorpresas me traerá?

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