Mis amigas y yo tenemos la sana tradición de juntarnos a final de año y hacer un resumen del año. Cada una cuenta como han sido sus últimos 365 días (366 en esta ocasión): si ha sido bueno, malo, regular.... El centro de operaciones suele ser el bar Segovia, pero no siempre es así. Y este año, por ejemplo, sólo nos hemos juntado cuatro, cuando normalmente somos unas cuantas más.
El el Bounty (o como decimos nosotras, "en cá el Fer") yo definí mi 2008 como un año de transición (no sé adonde exactamente) pero ni especialmente bueno ni especialmente malo. Ha sido malo en el sentido de que ha muerto uno de mis tíos y desde el punto de vista psicológico, una extraña melancolía y tristeza se ha aposentado en mi a raíz de cumplir los treinta años. El paso del tiempo, el temor a la muerte, la sensación de no hacer nada con mi vida, de perder el tiempo, del ¿y ahora qué? me han torturado especialmente desde el punto de vista mental estos 366 días. Y para mi desgracia creo que esta sensación siempre me acompañará. A veces con mayor intensidad, otras veces con menos. Pero siempre estará ahí salvo que empiece a hacer algo de provecho con mi vida. En suma, la crisis de los treinta que me ha absorbido y obsesionado (y que espero superar antes de los cuarenta).
Tampoco ha sido un buen año desde el punto de vista sentimental. Mi relación con Carlos se ha deteriorado. De vez en cuando tenemos sexo (realmente fantástico), hay días que le echo terriblemente de menos, otros casi ni me acuerdo de él y sin duda es mi amigo más querido, más fiel, más amado. Pero siento que hemos emprendido un camino sin regreso: nunca más volveremos a ser pareja. Podremos ser amigos, amantes, compañeros... pero novios creo que nunca más. Y nuestra extraña no relación (es un no-novio como leí en un blog) terminará cuando el conozca a otra chica, o yo a otro chico, o bien cuando la soledad post-coitum, como decían los antiguos, sea tan intensa que yo decida acabar con el masoquismo al que voluntariamente me someto (porque es estupendo sentirse querida por tres o cuatro horas, pero la soledad que después experimento es realmente triste).
Pero no ha sido todo malo. Me han dado el piso (fuente de alegria y preocupación, es la doble cara de la moneda). He conocido Galicia, he sido capaz de ir sola a la playa, mi salud sigue siendo excelente y he pasado momentos muy gratos con mis amigos. Incluso he encontrado un segundo trabajo que me permite ganar un poco de dinero extra. Y una vez más mi familia me ha demostrado que me quiere mucho y que siempre está dispuesta a ayudarme (incluso sin que pida ayuda).
¿Y qué espero del 2009? Tengo por costumbre no hacer planes a largo plazo (es decir, más de dos meses). Nunca me fijo metas concretas u objetivos. Esto tiene una parte positiva (no te agobias, todo es una sorpresa) y una negativa (no tienes un estímulo, te acomodas en tu vida). Si tuviera una lámpara maravillosa y al frotarla saliera el genio que me concediera tres deseos pediría salud (un tópico verdadero), encontrar a un chico maravilloso con el que compartir el resto de mi vida y encontrar un trabajo interesante y bien remunerado). Volviendo a la realidad me conformo con la salud y que en el 2009 no me falte nadie querido. ¿Propósitos? No sé. Quizás retomar mi afición lectora (este año apenas he leido, aunque la lectura de Un mundo sin fin vale por tres libros), cumplir mi ilusión de aprender a pintar, cumplir con la obligación moral de hacerme voluntaria de algo, comprarme las cortinas del salón... y en suma, seguir viviendo y ver crecer a mi sobrino, entre otras cosas.
Así que como digo siempre... ¡adiós 2008! ¡Hola 2009!
martes, 30 de diciembre de 2008
martes, 23 de diciembre de 2008
Navidad
Nada. sigo siendo pobre. ¡Ni un céntimo en la Loteria! nada nuevo bajo el sol.
Últimamente el blog tiene un tono melancólico y plomizo que refleja mi estado de ánimo. Pero prometí no rallarme mucho y cambio el chip. Hay que estar alegre. Que es Navidad.
Así que hablaré de estas fechas tan señaladas, donde todos son tópicos, tradiciones y costumbres. Desde la Loteria, hasta las tarjetas que escribo, el recuerdo de los ausentes, los regalitos, las luces, el pavo, el marisco... Toda una liturgia. Recuerdo las tardes de Nochebuena tremendamente aburridas en mi casa. Mis amigas, Noelia y Cristina, se iban a Getafe a cenar con sus abuelos, y yo me quedaba sola y me aburría mortalmente. El olor a pavo invadía toda la casa y me resultaba de lo más desagradable. Tampoco podía contar con mis primas, que se iban con la familia de mi tio. En suma, un rollo de primera. Y lo mismo en Nochevieja. Y aunque de mayor la tónica no ha cambiado mucho, procuro buscarme actividades con las que distraerme (internet, una lectura, ir con las amigas a tomar algo...) que me hacen granjearme la también típica charla de mi madre:
- Es que no me ayudas nada en la cocina. Te vas por ahi con las amigas y ¡hala! para mi todo el trabajo
- Pero mama, ¡pero si no me dejas meter baza! Lo único que me dejas es partir el turrón y cortar el embutido.
Y aunque en mi casa la Nochebuena y la Nochevieja no son un despiporre (las manias de mi madre nos impiden reunirnos con mi tía), todas esas pequeñas tradiciones hacen especial estos días, aunque para mi no resulten superdivertidos. Simplemente trato de disfrutarlos, guardarlos en mi corazón y mi memoria, pues se que algún día las echaré de menos.
Últimamente el blog tiene un tono melancólico y plomizo que refleja mi estado de ánimo. Pero prometí no rallarme mucho y cambio el chip. Hay que estar alegre. Que es Navidad.
Así que hablaré de estas fechas tan señaladas, donde todos son tópicos, tradiciones y costumbres. Desde la Loteria, hasta las tarjetas que escribo, el recuerdo de los ausentes, los regalitos, las luces, el pavo, el marisco... Toda una liturgia. Recuerdo las tardes de Nochebuena tremendamente aburridas en mi casa. Mis amigas, Noelia y Cristina, se iban a Getafe a cenar con sus abuelos, y yo me quedaba sola y me aburría mortalmente. El olor a pavo invadía toda la casa y me resultaba de lo más desagradable. Tampoco podía contar con mis primas, que se iban con la familia de mi tio. En suma, un rollo de primera. Y lo mismo en Nochevieja. Y aunque de mayor la tónica no ha cambiado mucho, procuro buscarme actividades con las que distraerme (internet, una lectura, ir con las amigas a tomar algo...) que me hacen granjearme la también típica charla de mi madre:
- Es que no me ayudas nada en la cocina. Te vas por ahi con las amigas y ¡hala! para mi todo el trabajo
- Pero mama, ¡pero si no me dejas meter baza! Lo único que me dejas es partir el turrón y cortar el embutido.
Y aunque en mi casa la Nochebuena y la Nochevieja no son un despiporre (las manias de mi madre nos impiden reunirnos con mi tía), todas esas pequeñas tradiciones hacen especial estos días, aunque para mi no resulten superdivertidos. Simplemente trato de disfrutarlos, guardarlos en mi corazón y mi memoria, pues se que algún día las echaré de menos.
martes, 9 de diciembre de 2008
Otoñal
Nada, sigo sin lectores. Esto es frustrante...
Pero seguiré con mis movidas mentales. El otoño, un año más, ha penetrado en mi espíritu. La verdad es que es una estanción que me sienta como una patada en el culo, no lo voy a negar. Desde épocas del colegio, los meses de la caída de la hoja me desmotivan. Yo soy como las plantas: necesito el sol para revivir.
Me he pasado buena parte del fin de semana taciturna y llorosa. Ayer incluso bendije el trabajo porque me restaba tiempo para pensar en mis miserias (si que estaba mal, si). El domingo por la noche cuando me acosté me entró un buen berrinche. ¿Por qué? No tengo derecho a quejarme: tengo trabajo (algo meritorio según los tiempos que corren), salud, mi familia está sana y a mi lado, mis amigos son estupendos, estoy pagando yo sola un piso, soy joven (30) y en suma, no me falta nada material o inmaterial. Pero me falta algo. Desde que no estoy con Juan Carlos (supongo que parte de mi tristeza se debe a eso) estoy más tristona y melancólica. Se que se pasará, lo sé. Pero contrariamente al resto de la humanidad, cada vez soy más vulnerable a los fracasos amorosos. Imagino que porque soy más mayor y soy consciente de que las oportunidades decrecen cada año que pasa. Soy muy independiente, siempre he estado sola, hago muchas cosas sola. Pero estoy un poco harta. Yo quiero ser una chica convencional, con churry al que venere y que a su vez me quiera. En fin, demasiado difícil para mi...
Imagino que parte de mi problema consiste en no valorar lo que tengo. Si estimase más mi realidad no echaría tanto de menos lo que no tengo o no he tenido. Siempre alampando, siempre ansiando realidades inexistentes...
Podría pensar que soy una inconformista porque lo que tengo no me llena. Y que va. Si lo fuera lucharía por conseguir algo diferente. Buscaría trabajo de lo mio (o al menos uno mejor remunerado), estudiaría para mejorar mi formación y tener más posibilidades de mejorar mi empleo, aunque fuera refrescaría mi inglés, trataría de ser menos tímida con los chicos, viajaría más, conocería más sitios... No digo que sea una infeliz, pero admito que cada año que pasa un ligero poso de amargura se va instalando en mi corazón, y si esto sigue así el poso al final llenaré el vaso y francamente, no me apetece nada.
Quiero vivir, disfrutar, experimentar cosas nuevas. Quiero compartir mi vida con alguien a todos lo niveles. Quiero escribir una novela, un cuento, una historia bonita... quiero.... en fin, a veces no se ni lo que quiero
Pero seguiré con mis movidas mentales. El otoño, un año más, ha penetrado en mi espíritu. La verdad es que es una estanción que me sienta como una patada en el culo, no lo voy a negar. Desde épocas del colegio, los meses de la caída de la hoja me desmotivan. Yo soy como las plantas: necesito el sol para revivir.
Me he pasado buena parte del fin de semana taciturna y llorosa. Ayer incluso bendije el trabajo porque me restaba tiempo para pensar en mis miserias (si que estaba mal, si). El domingo por la noche cuando me acosté me entró un buen berrinche. ¿Por qué? No tengo derecho a quejarme: tengo trabajo (algo meritorio según los tiempos que corren), salud, mi familia está sana y a mi lado, mis amigos son estupendos, estoy pagando yo sola un piso, soy joven (30) y en suma, no me falta nada material o inmaterial. Pero me falta algo. Desde que no estoy con Juan Carlos (supongo que parte de mi tristeza se debe a eso) estoy más tristona y melancólica. Se que se pasará, lo sé. Pero contrariamente al resto de la humanidad, cada vez soy más vulnerable a los fracasos amorosos. Imagino que porque soy más mayor y soy consciente de que las oportunidades decrecen cada año que pasa. Soy muy independiente, siempre he estado sola, hago muchas cosas sola. Pero estoy un poco harta. Yo quiero ser una chica convencional, con churry al que venere y que a su vez me quiera. En fin, demasiado difícil para mi...
Imagino que parte de mi problema consiste en no valorar lo que tengo. Si estimase más mi realidad no echaría tanto de menos lo que no tengo o no he tenido. Siempre alampando, siempre ansiando realidades inexistentes...
Podría pensar que soy una inconformista porque lo que tengo no me llena. Y que va. Si lo fuera lucharía por conseguir algo diferente. Buscaría trabajo de lo mio (o al menos uno mejor remunerado), estudiaría para mejorar mi formación y tener más posibilidades de mejorar mi empleo, aunque fuera refrescaría mi inglés, trataría de ser menos tímida con los chicos, viajaría más, conocería más sitios... No digo que sea una infeliz, pero admito que cada año que pasa un ligero poso de amargura se va instalando en mi corazón, y si esto sigue así el poso al final llenaré el vaso y francamente, no me apetece nada.
Quiero vivir, disfrutar, experimentar cosas nuevas. Quiero compartir mi vida con alguien a todos lo niveles. Quiero escribir una novela, un cuento, una historia bonita... quiero.... en fin, a veces no se ni lo que quiero
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)