sábado, 20 de septiembre de 2008

Sin tiempo

Ultimamente no tengo tiempo ni para escribir este blog. Y no es que la pereza me pueda y haya decidido abandonarlo, no. Me prometí que este blog duraría un tiempo razonable y en ello estoy (lo cual no significa que un día se extinga de la misma manera en la que surgió: en silencio, sin armar escándalo).
Lo que ocurre es que llevo una semana saliendo de casa a las 7.30 de la mañana y regresando sobre las 8.30-9 de la noche. Trece horas me paso pegada al ordenador, y francamente cuando llego a casa no me apetece ponerme delante de la pantallita. Lo cual significa además una acumulación importante de mensajes en mi correo electrónico, pero eso es lo de menos.
No tengo tiempo para ir a la piscina, para ver la tele, para pintar mi piso (mi hermano Paquito se lo está chupando todo). No tengo tiempo de nada de nada. Me paso el día currando. Mi compañera de las mañanas se ha dado de baja por maternidad antes de lo previsto y nos ha pillado a todos un poco en bragas. Yo me había ofrecido a hacer su baja, pero una cosa son 18-21 semaanas, que era lo previsto, y otra cosa las 25-26 aproximadas que se va a estar en su hogar (y que conste que 18 semanas ya es un palizón). Al final van a busvcar a alguien que la supla, pero mientras tanto ahi estoy yo, trece horas cogiendo telefono, pasando llamadas, picando datos, atendiendo a los compañeros, etc, etc. Como de momento sólo he hecho una semana a tiempo completo no estoy muy cansada ni fisica ni psicologicamente, pero recordando mis epocas de estudiante, cuando tenía una beca por las mañanas y la facul por las tardes, a los dos meses estaba jarta de no ver a mis padres, hermanos, no comer en casa y no tener tiempo para estudiar. Y ahora más o menos igual. Y todo por la maldita hipoteca. ¡Qué asco de piso, pienso a veces! Debido a mi exiguo sueldo se que los apuros economicos presidirán mi vida. Ahora tengo algo de dinero ahorrado y vivo con mis padres que cubren mis gastos básicos. Pero se que dentro de un tiempo, no mucho, eso se acabará y no llegaré a fin de mes. En fin. Entonces no me quedará otra que ponerme a trabajar en otro sitio. Y el cansancio no será una disculpa. Tantos esfuerzos... tan vanos... ¡ay vida perra! ¿Por qué no habré sido capaz de colocarme en un medio de comunicación? ¿por qué no he sido capaz de ganarme la vida como periodista o como escritora? Bueno, se las respuestas, pero no me apetece hoy hundirme en la miseria. Tiempo tendré.

martes, 9 de septiembre de 2008

Esclava de mi cuerpo

Personalmente creo que hoy en día, en la era de la libertad, somos más esclavos que nunca. La hipoteca, el coche, el deseo de tener más, el dinero, el trabajo... todos son pequeños grandes lastres que nos hacen llevar la vida que no queremos (aunque creemos que si). Un compañero de trabajo me ha contado varias veces su teoria de la felicidad.

- Los de la selva amazonica si que viven felices - afirma mi colega- Sólo dedican tres horas a conseguir su alimento y el resto del día lo pueden dedicar a lo que quieran. Nosotros por el contrario tenemos que dedicarnos ocho horas al trabajo, que es la mamera de lograr el sustento

Podría iniciar un discurso anti sistema. incidiendo en la perversión del capitalismo en el que vivimos sumergidos. Pero eso lo dejaré para otro día. Aparte de todas las esclavitudes que he citado hay una más que a mi por lo menos me pesa mucho: Soy esclava de mi cuerpo.

Indepedientemente de la concupiscencia propia de una adulta joven y sana como yo, mi carne mortal me resta horas al día a mi y a mis aficiones, y sólo para mantenerse en línea. Me explico: desde que descubrí que el ejercicio físico me otorgaba un cuerpo más delgado y un mejor tono muscular (aparte de una recuperación más rápida de los latidos de mi corazón cuando me echaba una carrera para pillar el autobus), me veo obligada a hacer deporte todos los días. Y si no todos, casi todos. Natación, bici estática, andar... (y ya he dejado de correr y hacer tabla de gimnasia casera que me solía provocar más contracturas de las que ya tengo). Eso y comer sano con tal de mantenerme por debajo de los 50 kilos. Y no digo que lo haga por obligación, pues me gusta nadar (me relaja mucho), asi como ver una peli mientras sudo con la bici. Me hace sentirme mejor física y psiquicamente conmigo misma. Lo que me molesta es que para mantenerme en peso tengo que hacer eso todos los días. ¡¡Yo quiero ser una modelo de esas que dicen que comen de todo y parecen silfides!!

Ya se que la base de partida mia está mal. Me siento mejor con un cuerpo mejor. Miguel se mete mucho conmigo por eso. Dice que estoy obsesionada con el deporte y la comida para mantenerme en forma, cuando lo importante es que tu autoestima no debería depender de tu apariencia física. Y tiene razón. Pero yo suelo contraatacarle: ¿qué hay de malo en intentar sentirse mejor, aunque sea mejorando fisicamente? ¿Qué hay de malo en tener habitos sanos que te proporcionan no solo mejor estética, sino mejor calidad de vida? Ami en el fondo me gustaría no tener que hacer ejercicio y comer chocolate a todas hora, e inflarme de solomillo a la pimienta. Pero no puedo hacerlo. Mi afán por controlar mi peso no llega a la obsesión pero admito que tiene algo de preocupante y es que refleja mi dificultad para aceptar el paso del tiempo. Admito que lo que más me enorgullece es que mientras la mayoría de mis amigas ha empeorado fisicamente, yo por el contrario he mejorado mucho y tengo mejor aspecto físico ahora que con quince años. Y mientras ellas pensan diez kilos más que en nuestra adolescencia, yo peso unos ocho kilos menos.

No obstante tampoco creo que si tuviera dinero sería una adicta a las operaciones de cirugia estética (ufff, la de cosas que me arreglaría). Por mucho que me operara y que hiciera ejercicio, no podría tener el cuerpo de Blanka Vlasic (aunque me conformaría con 1,72 y no con su 1,92)

sábado, 6 de septiembre de 2008

La importancia de saber hacer chapuzas en casa

Ahora que soy una adulta con hipoteca y co-propietaria con Caja Madrid de un piso, me doy cuenta de lo ignorante que soy en cuanto a chapuzas caseras se refiere. El otro día pensé en taladrar un azulejo para colgar el reloj de pared que me regaló mi prima Cristina. Pero mi intento no llegó muy lejos: no supe colocar la broca en la Black´n´decker. Toda una frustración.

Pero eso no es todo. Mi madre fue la que me completó con yeso un esquinazo que me habían raído los de la obra (y menos mal que es un piso nuevo...) y mi hermano Paquito me está pintando el piso (y todo el trabajo previo que conlleva: tapar con aquaplas las grietas, limar las paredes, aplicar la pintura...). Yo sólo me he atrevido a pintar un techo y una pared, y aunque no me han quedado tan bien como a mi hermano el resultado es aceptable. ¡Ah! también conecté el cable del espejo del baño de la habitación principal yo solita. Ese día si me que sentí orgullosa.

Pero en general no tengo ni idea de temas de electricidad, albañileria o calefacción. Mi hermano ha sido el encargado de colocarme los downlight en los baños y lo cierto es que cuando se me fundan las bombillas de los focos estos (espero que dentro de algunos años) no se como demonios las voy a cambiar. Y no hablemos de otros asuntos como mirar la presión de la caldera, vaciar los radiadores, etc, etc.

Creo que me voy a informar sobre el curso que dan en la delegación de Juventud sobre temas de casa. Aunque lo fácil sería buscarse un chorbo especialista en chapuzas que me hiciera estos temas (aunque Juan Carlos se ha ofrecido en muchas ocasiones, me da vergüenza recurrir a él pues siento que me aprovecho de él cuando le pido estos favores). No, no. Soy una mujer autónoma, independiente, moderna, que no necesita hombres para hacer las chapuzas en casa (sólo a sus hermanos, porque mi padre es peor que yo...). ¡¡¡Dios!!! Como me gustaría saber hacer todas estas cosas y superar mi trauma de inútil en lo que a trabajos manuales se refiere

martes, 2 de septiembre de 2008

Traumas familiares

Todos tenemos nuestros pequeños traumas infantiles. En mi caso son dos: no haber tenido una bicicleta ni un caballete para pintar. Con respecto a lo de la bici mis padres decían que mi calle era peligrosa (cuando no la atraviesa ninguna carretera) y que en casa no habia espacio para guardar una bici (en cambio mis amigas si tenian sitio...). Con respecto a lo del caballete, de pequeña mi gran pasión era el dibujo. En un episodio de Barrio Sésamo a Espinete le regalan un caballete. Yo me quedé encandilada con él.

- Pídeselo a los Reyes - me sugirió mi padre

Pero aquella carta no llegó a sus Majestades de Oriente, junto con aquellas donde pedía la bici y la Barbie Cristal (me trajeron la Corazón, menudo chasco me lleve).

Pero hay otros traumas más serios, más dolorosos. Aparte del de no haber tenido una hermana (ese me pesó mucho en mis primeros años, con el paso del tiempo lo superé gracias a mis amigas) se suma el de comprobar que tus padres no se quieren nada. Porque es así, o al menos esa es la percepción que yo tengo. Imagino que es una realidad que siempre ha estado presente ante mis ojos pero yo no la empecé a ver hasta los dieciseis años. Mis padres malamente se soportan, discuten toooodos los días y yo no sé como no se han divorciado hace por lo menos veinte años. Tengo la certeza absoluta que si en vez de en el 69 mis padres se hubieran casado en el 89, y si me apuras en el 79 (y en vez de 65 tuvieran ahora 55 años) se habrían divorciado fijo.

De hecho no se muy bien como se casaron pues son completamente opuestos, que no complementarios. Por ejemplo a mi padre le encanta salir de vacaciones y mi madre a duras penas sale de casa para ir a la playa. Es verdad que la fibromialgia la ha limitado mucho (cuando te duele todo no te apetece hacer nada) pero eso unido a su carácter pesimista es una bomba de relojeria. A lo que hay que añadir la escasa sensibilidad de mi padre hacia ciertos temas así como su absoluta dejadez y descuido en lo que a temas domésticos se refiere (como dejar la ropa tirada por todos lados, ensuciar a más no poder, etc. etc) que hace a mi madre trabajar el doble.

Pero no diré que mi madre sea una victima al cien por cien. A veces también resulta inaguantable. Lo quiere controlar absolutamente todo y eso la irrita porque ve que no es posible. Le encantaría que mi padre fuese un perrito faldero que estuviese alrededor de ella todo el día (y nada más lejos de la realidad pues literalmente mi padre va a lo suyo). Tiene celos de mi abuela y de mi tía porque mi padre las dedica a ellas más atenciones (esto es cierto). Y sobre todo mi madre odia a su suegra, mi abuela. No, no digo que le caiga mal, o que no la soporte. No. LA ODIA. Con todas sus fuerzas y es incapaz de disimilarlo. Y bien es cierto que mi abuela Maria Luisa a veces es insufrible y dan ganas de pegarle un chocazo y quedarse tan a gusto. Pero no es menos verdad que mi madre sólo es feliz cuando te viene con los cuentos de la abuela "que si ha hecho esto", "que si ha dicho lo otro". Y si es cierto que Mary Lou (como yo llamo a mi abuela en broma) es desconfiada y a veces sale por peteneras sin venir a cuento, pero es una anciana de 89 años, que está casi ciega, que apenas oye, que casi no puede andar y que la única distracción que tiene es darle vueltas a la cabeza, porque ni puede ver la tele, casi ni escuchar la radio, ni coser, ni caminar, ni nada de nada. Y mi madre no es capaz de comprender eso, que hay ciertas cosas que no las hace a posta, sino que son producto de sus limitaciones sensoriales.

Esos traumas familiares me han marcado de alguna manera. Pero eso lo contaré otro día, en una segunda parte. Por hoy creo que es suficiente. Mi corazón con estas movidas se vuelve pesado como una losa