martes, 26 de agosto de 2008

Dieciseis días en Pekín

Los Juegos OLimpicos han terminado. Son mi evento frivolo favorito junto con los Oscar de Hollywood. Mi generación, marcada en su día por la designación de Barcelona como sede olímpica y los grandes fastos del 92, es bastante aficionada a este espectáculo-negocio deportivo.
No recuerdo las olimpiadas de Los Angeles, pero si guardo un recuerdo muy vivido de las de Calgary y Seul en el 88, que seguí por televisión cuando solo habia dos cadenas. Es más, por motivos sentimentales-melancólicos realicé en la facultad un trabajo sobre la cobertura informativa de los JJOO de Calgary (nunca unos juegos de invierno fueron tan retransmitidos debido a la elección de BCN. Las demás ediciones, salvo Albertville 92, apenas aparecen en la tele pública).
Evidentemente y como buena española seguí con entusiasmo la 25 Olimpiada (usease, la de Barcelona) y me emocioné mucho con los triunfos de mis paisanos. En estas de Pekín (no se porque ahora todo el mundo se empeña en decir Beijing) he flipado con la natación sincronizada (para mi son unas superdotadas), con la final de los 100 metros lisos, he visto hasta la final de halterofilia femenina (un deporte muy fácil de ver) y me ha dado tiempo a odiar a ese Phelps, que ha osado desafiar a Mark Spitz sólo porque Speedo le pagaba si superaba el record del americano de origen judio.
Aún guardo el libro de las Olimpiadas que tuve que estudiar para el concurso de Cajamadrid cuando estaba en el cole. Me gusta echarle un vistazo de vez en cuando, aunque ha quedado obsoleto (la última olimpiada que recoge es la de Seúl 88). Hace mucho hincapié en lo del espiritu olimpico que defendia Pierre de Coubertin, cosa que se ha perdido (si la Olimpiada moderna subsiste es porque es un auténtico negocio para paises y empresas privadas).
Durante algunos años yo medía mi vida por bisiestos y olimpiadas, pues coincidian con años en los que se producía algún cambio relevante en mi vida (pasar del cole al insti, del insti a la facul, de la facul al mundo laboral...). Ahora que soy una adulta gris con vida monótona las olimpiadas no marcan periodos de mi existencia, pero me encanta seguirlas, y daría mi brazo derecho por cambiarme unos días con el hermano de mi amiga Chus, fisioterapeuta de la selección española de triathlon que ha estado en Pekín (también en Atenas) y se ha cruzado en la villa olimpica con Gasol, Bekele, Almudena Cid y otras figuras internacionales del deporte. Pero como este sueño de vivir un día en la villa Olímpica creo que es imposible de cumplir, me seguiré conformando con seguir las pruebas desde mi sillón, tomando una cervecita bien fresca. Eso si que es deporte

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