Antes de saber leer la señora Lucia me regaló, por mi
cumpleaños, un cuento de La Cenicienta. El cuento era para niños, con grandes
dibujos y letras escasas y grandes. Me lo leyó creo que mi madre, y días
sucesivos, como yo le pedía que me lo volviera a leer pero no siempre tenía
tiempo para ello, yo me inventaba el contenido de las letras.
Lo cierto es que mis padres nunca me leyeron cuentos en la
cama y mis primeros libros, aparte de los de la escuela, fueron los de El
Círculo de Lectores cuando tenía unos ocho años.
-Nos he apuntado al Círculo de Lectores para que la niña se
vaya acostumbrando a leer – dijo mi madre
Y así durante un par de años, cada dos meses compraba un
libro que después yo solita me leía, sin que nadie me obligara. Cuando nos
borramos les pedía prestados a mis primas los libros de la serie azul de El
Barco de Vapor, y en Reyes normalmente me traían algún libro.
Recuerdo especialmente un libro de cuentos de Hans Christian Andersen que no
queríamos ni mi hermano ni yo (al final resulto que el regalo era para mí para
mi mayor disgusto). De la rabia que tenía porque el libro era para mí tardé
tiempo en empezarlo, pero una vez que lo hice recuerdo que me gustó muchísimo y
todavía lo guardo con mucho cariño.
No me considero una gran lectora. Conozco gente que lee mil
veces más que yo. No conozco muchos clásicos. El Quijote no es un libro que me
entusiasme precisamente y reconozco que por mis manos no han pasado ni Tolstoi,
ni Quevedo, ni Balzac ni Rosalía de Castro.
Pero es cierto que a lo largo de mi vida los libros siempre
me han acompañado. A veces con más intensidad. Otras veces con menos. Algunos
años he podido devorar quince libros, y otras veces no los he tocado durante
meses. Pero siempre han estado ahí cerca, próximos a mí, y me han acompañado a
lo largo de mi vida. Me han hecho reír y llorar, emocionarme y sufrir.
Reflexionar, meditar y distraerme. En época de tribulaciones
han sido grandes amigos para mí. Me han ofrecido amplio consuelo. Siempre me
han acompañado y me han enseñado cosas. A través de ellos también he vivido y
experimentado “otras vidas” y otras épocas.
Porque como dijo mi profesora de literatura de COU, “a
veces nos sentimos solos e incomprendidos. Pensamos que lo que nos ocurre nadie
más lo ha experimentado. Y entonces lees un libro y te das cuenta que alguien
ha plasmado tus sentimientos. Descubres que hay otras personas a las que les ha
pasado lo mismo que a ti. No te sientes entonces tan solo y aislado. Por eso
nos gusta la literatura”