Cuando las mujeres quieren cambiar algo en su vida normalmente empiezan por el pelo. Un nuevo corte, un nuevo color les hace verse diferentes y les empuja a realizar otros cambios en su persona o en su modo de vida. Y es que según varios estudios el cabello tiene un peso fundamental en la imagen de cada uno. Es el marco que encuadra la cara, y su forma y color puede resaltar o empeorar las facciones.
Cuento esto porque el otro día ante el espejo hice un descubrimiento sorprendente a la par que preocupante para mí. No eran canas, no. Eran varios pelos de raíz muy oscura (castaño oscuro) y de textura fosca. ¡Todo lo contrario a lo que es mi pelo de toda la vida, rubio y finito! ¡Horror! ¿Y si en vez de unos cuantos mechones de repente todo mi cabello se tornara en castaño oscuro y semirizado? Me imagine a mi misma con ese pelo y sencillamente pensé: “No sería yo”.
No creo que el color de pelo esté estrechamente relacionado con la personalidad de cada uno. No creo que las rubias por el hecho de serlo seamos tontas, ni las morenas agresivas o las pelirrojas sensuales. Es más, yo siempre digo que la mala fama de las rubias nos las dan las peliteñidas. Pero el color de mi pelo forma parte de mi, de mi identidad (que no personalidad). Allá donde he ido siempre he sido la rubia. Nunca me he teñido el pelo ni he deseado tenerlo de otro color. Me ha podido gustar ponerme una peluca de cabello oscuro para ver que tal me sentaría, pero sólo durante un minuto, nada más.
Es cierto que a lo largo de los años el pelo se me ha oscurecido y mucho, pero ha seguido siempre rubio. De pequeña estaba algo más concienciada de que con el paso de los años cambiaría de color, como le paso a mi padre y a mis tías, que de canos pasaron a ser castaños, más o menos claros, pero castaños. Pero yo, como he conservado el color de pelo (algo más oscuro, algo menos dorado, pero siempre rubio) la única posibilidad que me planteaba era la de pasar de rubia a canosa, que al fin y al cabo, es un color que guarda cierto parecido con el rubio.
No sé si de aquí a que me salgan canas mi pelo se tornará antes en castaño. No tiene mucho sentido la verdad y no creo que le dé tiempo pues antes de los cuarenta suelen aparecen las dichosas canas. Yo espero que no sea así. Dejar de ser rubia para convertirme en castaña sería como seguir siendo yo, es más, seguiría siendo yo, pero me resultaría a mi misma identificarme ante el espejo: simplemente me vería como una extraña.
martes, 17 de mayo de 2011
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