Se cumplen veinte años de la caida del Muro de Berlín. Me recuerdo a mi misma, comiendo con mi familia, y viendo la noticia en el Telediario. Y en el colegio, muchos compañeros, al dibujar el mapa de Europa preguntaban a don Esteban "¿pero pintamos a las Alemanias juntas o separadas?". Yo pensaba que esa pregunta era absurda. Seguían divididas hasta que se acordase la fecha de reunificación y se firmase por todas las partes.
Entonces, cuando era niña (aunque ya contaba con once años) el mundo era sencillo. Se dividia en buenos y malos, americanos y soviéticos, y poco más. Yo tenia mis preocupaciones, creo que como todos los niños, pues tendemos a pensar que los crios nunca piensan o nunca se entristecen, y por experiencia personal puedo decir que no es así. Pero aún con todas las complicaciones, todo era más sencillo, porque todo era blanco negro y no me preocupaba de donde salía el dinero y desconocía el significado de "desgravación fiscal" (termino que Bob Esponja utiliza el día en que decide comportarse como un adulto).
A veces creo que la vida no es tan complicada, y que somos nosotros quienes nos las complicamos. Creo firmemente en esto, pero no es menos verdad que con los años aparecen los matices, los grises, y a veces, las cosas se vuelven un poco confusas. Y no voy a hablar de las ausencias, que recucredecen todo.
El muro de Berlín facilitaba la visión del mundo de todos... aunque era vivir en un engaño. A veces en la dulce ignorancia e inocencia de la niñez. Otras veces en el pésimo autoengaño adulto
martes, 10 de noviembre de 2009
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